Promediaba la proyección de Rey Richard: Una familia ganadora cuando descubrí que la película, o la actuación de Will Smith, me tocaban, me conmovían, casi que sentía que emocionalmente era alcanzado por lo que contaba el filme de Reinaldo Marcus Green.
La película trasciende la mera biopic, o el sueño americano. Quizá pocos sepan el esfuerzo, la tenacidad, el amor propio, el empeño y fundamentalmente la pasión que Richard Williams puso al entrenar y ser el manager de dos de sus hijas, Venus y Serena. Lo que han alcanzado estas deportistas en el mundo del tenis profesional, primero como juniors, que es a lo que más apunta la película, sería de cuento de hadas.
Y no lo es porque lo que debieron enfrentar no da para una historia teñida de rosa.
Richard tuvo que masticar mucha bronca, racismo y tragarse algún que otro remordimiento en la lucha. Determinación nunca le faltó -como decir que no a un contrato multimillonario con una empresa de indumentaria antes de que Venus disputara su segundo partido profesional, contra nada menos que Arantxa Sánchez Vicario, en los octavos de final de Oakland, en 1994-.
“Es como pedirle a alguien que crea que tenés a los dos próximos Mozart viviendo en tu casa”, le dice de entrada un entrenador de talentos, obviamente descreyendo que esas niñas podrían tener el potencial para luego encumbrarse en el Top ten. Venus ganó 5 torneos de Wimbledon.
Papá Corazón
La película, de casi dos horas y media, sigue a Richard cumpliendo de punta a punta su “manifesto”, el cual concibió para que sus hijas llegaran a la cima. Venus es la que tiene la gran oportunidad, y es Serena la que ve, casi como espectadora, cómo todo apunta a consolidar a su hermana mayor.
Pero la película es sobre una familia, de dónde provino y los obstáculos que debieron superar. Es una historia de superación, que el que se quede con los fríos números de los trofeos y el dinero que ganaron las hermanas Williams se quedará con la foto del momento y no con la película.
Como ver un árbol en primer plano y no el bosque completo.
Claro que Richard, que tampoco era un santo, no estuvo solo. Su esposa y madre de las chicas, Brandi (Aunjanue Ellis) también estuvo ahí, al lado de las niñas, y trabajó para que las virtudes -naturales de Venus y Serena- junto a sus esfuerzos -de todos, pero principalmente de las tenistas- rindieran sus buenos frutos.
Smith no solamente compone desde el exterior a Richard Williams (por supuesto que el filme luego mostrará al auténtico padre), copiando sus posturas, sus movimientos y gestos, sino que nos hace sentir parte de la familia. Y sufrir, si cabe el término, cuando toma las decisiones que a primera vista parecen erróneas.
Es el típico padre que hace todas por sus hijas, desde sacarle tiempo al poco tiempo que tiene, a llegar hasta los mejores agentes y entrenadores para que le brinden lo que él, un obsesivo, siente que no puede otorgarles.
Además de Saniyya Sidney y Demi Singleton, como las jóvenes Venus y Serena Williams, entregando todo el arco, sea dramático o deportivo, es muy factible que el actor de Hombres de negro y Ali esté en la primera línea en la discusión cuando se aproxime la temporada de los premios. Smith se come, engulle la película, y difícilmente uno pueda sacarle los ojos de encima.
Como Venus y Serena en los courts, Smith tiene todo para consagrarse como maestro de actores.