SILENCIO SONORO
¿Quién dijo que el silencio y las palabras son dos conceptos en eterna oposición? A veces, es necesario el primero para generar palabras y así poder compartirlas con la comunidad. Ahora bien, no todos los silencios son iguales sino que pueden clasificarse en tres tipos: aquel que sirve para la meditación, el altanero o indebido y el silencio humilde o cristiano. Bajo este eje se centra Ricardo Bär, el primer largometraje de los realizadores Gerardo Naumann y Nele Wohlatz.
Ricardo Bär no es sólo el título del documental sino el nombre del protagonista: un joven que colabora con las tareas de la chacra de sus padres pero que decide convertirse en pastor bautista y que vive en la localidad de Colonia Aurora, Misiones, una región poblada de colonos descendientes de alemanes.
“Bär (/bear/) es oso en alemán”, explica Ricardo. De esta forma, el idioma se convierte en una de las cuestiones centrales de la película ya que al vivir en el límite entre Argentina y Brasil, la comunidad habla en portuñol la mayoría del tiempo mientras que, en pocas ocasiones, se escucha el alemán. Lo mismo ocurre cuando aparece la voz en off de los directores como guías del relato; pues se percibe el acento diferente de la realizadora alemana Nele Wohlatz.
Así como se establece el contraste entre silencio y palabras del comienzo, que se refuerza a lo largo del filme con múltiples imágenes fijas con relato en off, también se puede destacar un paralelismo entre ficción y no ficción. Si bien el proyecto se centra en las actividades que realiza Ricardo tanto en la chacra como su trabajo pastoral (además de la vida en comunidad) se pone en evidencia la idea de construcción. Por ejemplo, en la escena donde Ricardo viaja en micro y le piden que actúe que se hace el dormido (lo indica la voz en off de la directora) y Ricardo lo repite varias veces. O cuando la voz comenta: “En este momento Ricardo no actúa para la película sino para el pesebre viviente”. En estos casos, el mismo discurso pone en discusión su estatuto y pierde verosimilitud.
El aspecto más ligado a su realidad se asocia con la oposición del comienzo. Tal es el caso de la escena donde Ricardo plantea, durante su sermón, una votación para aceptar o no el desarrollo del documental. La voz en off de los directores refuerza la sorpresa ante tal acto. O cuando Naumann le propone al padre de Ricardo trabajar en su lugar en la chacra para recuperar tiempo de filmación. En estos casos, también se evidencia el contexto de la vida del pueblo, sus hábitos y vivencias.
El documental no contiene centros de tensión aunque, quizás, el punto de inflexión sea cuando Ricardo viaja a Buenos Aires para conocer el instituto, donde podría estudiar en el caso de que aceptara una beca.
La propuesta de Ricardo Bär es efectiva en el juego del silencio y la palabra y permite crear ciertos climas dentro de esa articulación, sin embargo, la ausencia de puntos de conflicto y la confusa definición entre ficción y realidad convierten a la película en un proyecto que no termina de ser verosímil. De esta forma el filme se queda en el silencio indebido, en lugar de escalar hacia la tercera opción: el silencio que escucha.
Por Brenda Caletti
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