“Una comedia all'italiana donde el público saldrá con una sonrisa”, escribió -o al menos eso afirma el póster- un colega italiano sobre Ricchi di fantasia. Menuda sorpresa se llevarían Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni y Ugo Tognazzi al ver con qué facilidad se aplica la etiqueta creada gracias a sus trabajos.
La película de Francesco Miccichè sigue a Sergio (Sergio Castellitto), un maestro mayor de obra que tiene un affaire con la ex cantante Sabrina (Sabrina Ferilli). Ambos están enamorados, pero la situación económica no les permite abandonar la vida marital. La cuestión parece cambiar cuando ganan tres millones de euros en la lotería, desatando así una alegría que lleva a Sergio a iniciar un viaje con Sabrina y el resto de su familia en una playa paradisíaca del sur del país con forma de bota.
El problema es que en realidad Sergio no ganó nada, sino que se trató de una broma de sus compañeros, hartos de sus chistes constantes… y muy malos. Lejos de recular en su idea de una nueva vida, el sigue adelante con un viaje en el que aflorarán los contrastes y las rispideces familiares.
Así como en Ricchi di fantasia viajan los protagonistas, también viaja el espectador, aunque a un destino menos auspicioso: un tiempo donde la comedia consistía básicamente en personajes estereotipados y grotescos intentando comunicarse a los gritos. Un tiempo en el que los chistes desprendían olor a rancio, como si se tratara de la réplica de situaciones del cine argentino de los ’80. Porque, lejos de cualquier sutileza, Miccichè encadena todos los lugares comunes del peor costumbrismo para desembocar en una comedia decididamente fallida.