No es lo mejor del director de la excelente Gotas que caen sobre rocas calientes y la casi perfecta 8 Mujeres, pero bien vale como muestra de un cine que busca la diferenciación desde el toque onírico, desde la originalidad bien entendida.
Ricky remite de manera inevitable al clásico kitsch de 1978 Tobi, el niño con alas, porque sí, porque aquí hay un niño con alas, hijo de una pareja formada por una mujer que vive sola con su hija, y un compañero de trabajo (el siempre correcto Sergi López) que no parece estar del todo convencido con su vocación de sostener una pareja. Pero la vuelta de tuerca tiene que ver con que no se trata de un ángel, sino de un bebé con alas de ave.
No hay explicaciones científicas sobre el fenónemo (imaginate lo que hubiera sido esto en manos de Hollywood) pero sí una exploración sobre los efectos en la familia del niñito.
El film es liviano, sin mayor profundidad sobre la psiquis de los personajes ni momentos de alto vuelo (con perdón de la obviedad), pero el todo termina conformando una película que quizá no supere la calificación de "agradable", pero que al menos evita el papelón, en medio de un tema que bien podría haber derrapado a poco de comenzar.