Mi pasado me condena
“El recuerdo miente, hace bonitas cosas que eran horribles. De lo contrario la vida sería insoportable”. Es el inicio de Ricordi? (2018), película de Valerio Mieli, y el comienzo de la historia de amor entre Lui (Luca Marinelli) y Lei (Linda Caridi). Con ese diálogo se conocen y plantean el núcleo de la trama. Pero aquello que anuncia una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, rápidamente se convierte en la cáscara innovadora de una típica película romántica.
Lui (Luca Marinelli) es depresivo y melancólico. Su mirada triste supone un halo de misterio que se vuelve interesante para Lei (Linda Caridi), planteada como su contracara. Alegre, vivaz, siempre dispuesta a encontrar la mitad medio llena del vaso. Pero el dolor existencial de él arrastra la relación a una oscuridad que le impide disfrutar del presente y vivir anclado a un pasado que inevitablemente no volverá.
La propuesta nos trae a la mente otras películas que han trabajado el paso del tiempo, como la edulcorada visión de Federico Fellini en Amarcord (1973) sobre su pueblo, o el cuento de Jorge Luis Borges Funes el memorioso. Porque el tema en el film surge de su construcción a retazos, fragmentos del pasado que se conectan y desconectan con el presente de los personajes. En ese aspecto el film con mayores puntos de contacto es El año pasado en Marienbad (L'Année dernière à Marienbad, 1962) de Alain Resnais, el clásico en el que una pareja recordaba su pasado feliz desde un presente gris. Sucede que Ricordi? lejos de reflexionar sobre los recuerdos y la elaboración que la mente humana puede hacer al respecto, se limita a utilizarlos de base para actualizar el clásico relato amoroso.
La pareja que se conoce, enamora, van a vivir juntos para luego entrar en crisis, separarse y volverse a reconquistar, es harto conocida por todos. Para renovar la puesta el director Valerio Mieli apela al orden aleatorio de los acontecimientos: el antes y el después se conecta y desconecta según el estado emocional que la relación atraviesa. Este recurso es presentado con una atractiva puesta sensorial. Por momentos la historia mdidfica la versión del mismo hecho según sea recordado por uno u otro personaje con diferencia de colores y matices. Los tintes surrealistas, de ensoñacion en la elaboración de los recuerdos, hacen lo mejor de la propuesta. Su energía visual es indiscutible.
Sin embargo, el tema daba para profundizar en el asunto, trabajarlo desde el existencialismo y la configuración de la identidad, cuestiones que están en la película pero desdibujadas debajo del formato del drama romántico. Como si el director no confiara en su propia búsqueda y necesite anclarla en lugares comunes para llegar a buen puerto.