Hay un mito en el mundo del cine – muy poco comprobable ciertamente – que las secuelas nunca son buenas. Sin embargo, a veces, ocurre la regla inversa; no es usual, rara vez se da, porque otro mito es que “lo que acaba mal termina mal”, pero hay sagas que mejoran considerablemente durante una secuela. Este año ya tuvimos el caso de Rápidos & Furiosos 6, y ahora llega a nuestra cartelera, tras un considerable retraso, Riddick, tercera entrega de las aventuras iniciadas con Pitch Black ¿Será Vin Diesel el secreto para esta fórmula?.
Hablo desde lo particular, si bien aquella película del año 2000 tuvo y tiene muchos adeptos, y es cierto que colocó en el candelero a Diesel, siempre me pareció un film muy sobrestimado, con un argumento demasiado enrarecido, un entramado extraño en el avance, y un ritmo impropio a una película de acción. Menos se puede decir de su primer secuela, La Batalla de Riddick, que abandonaba el bajo presupuesto para traer una superproducción carente de carisma y sentido, ni siquiera los adeptos al primer film aceptaron esta suerte de "Duna" devaluada.
Tal así, en mi caso, pensaba que una tercera entrega sólo podría empeorar las cosas, pues preso de los prejuicios; la realidad es todo lo contrario. Riddick, a secas, absorbe a pleno el espíritu clase B – aunque pueda tener un presupuesto que le haya permitido exhibirse en IMAX en los EE.UU., no aquí – y es ahí en donde gana, en considerarse un puro carrusel de entretenimiento sin más pretensiones.
La película comienza con preludio de los hechos anteriores y nos ubica en la situación actual, a nuestro (anti) héroe Riddick (Vin Diesel) se lo considera muerto y es abandonado en un planeta inhóspito, o así parece. Pero como el – super – hombre tiene más energía que el conejo Duracell sobrevive, se repone y hasta enfrenta a unos bichos alienígenas con ganas de que nada quede con vida excepto ellos, es más, hasta adopta a una suerte de perro alien como mascota. Así transcurre casi la mitad del film, como un tour de force de supervivencia, pero luego, llega un grupo cazarecompensas al planeta, y él es la presa... que pronto se convertirá en cazador tratando de capturar la nave para regresar a su planeta de origen antes de que este sea destruido.
El argumento desde el principio parece robado de alguna idea de Stuart Gordon o Albert Pyum, y lo mismo sucede desde lo estético. Su director David Twohy (el mismo de las tres entregas) parece haberle encontrado la vuelta a la fórmula, y es el exceso; Riddick es muy sangrienta, muy violenta, muy exagerada y absurda en cuanto a las situaciones, pero también es muy divertida, y mantiene un ritmo perfecto aún en la primera parte en que sólo es él contra bichos de CGI barato.
Vin Diesel es un héroe querible, por más que Riddick es un asesino, acá es redimido, y festejamos todas las trampas que le pone a los cazarecompensas que, en realidad, son más malos que él. Hay algo raro en Diesel, logra que nos guste lo mal actor que es, una reivindicación perfecta de aquellas estrellas del cine de acción B de los ’80.
Entre los malosos se destaca la estrafalaria figura de Jordi Molla el más malo de todos, y a la vez, por supuesto, el más gracioso.Con una fotografía oscura y derruida, hilos que se ven a propósito, y una edición simple, Riddick cumple un sueño que parece imposible, poder volver a ver en la gran pantalla aquellas producciones que durante la década de Reagan se enorgullecían de ser berretas. Talvez no sea el mejor exponente, no sea una gran película, pero con lo que tiene le alcanza para demostrar que no todo tiene que ser perfecto y cuidado para ser bueno, con ser muy divertido a veces alcanza.
Puristas de la corrección, abstenerse.