Un antihéroe del cine bizarro
La tercera entrega de Riddick, personaje que se toma el tiempo para aparecer (la primera, Pitch Black, es de 2000, y su secuela, Las crónicas de Riddick, llegó cuatro años más tarde), confirma las virtudes y falencias del villano intergaláctico. Hay algo atractivo en la idea de Riddick, especie de Flash Gordon punk que pelea solo contra el mundo (en este caso, la galaxia), pero a su ciencia ficción clase B, bizarra con las mejores intenciones, no cuaja mucho el estilo bombástico con que se define cada historia. En Riddick, el ex convicto interpretado por Vin Diesel es expulsado a un planeta hostil; al despertar, lo asedian hienas gigantes y escorpiones del tamaño de Alien, a los que despedaza con su familiar humor grotesco. Después, es el turno de un escuadrón de mercenarios, tan temerosos del humanoide como del inhóspito planeta, que se revela una trampa mortal para los visitantes. Pese a un final predecible y abrumador, en la primera parte gana la entrega de Diesel, que deja todo como si en los decorados tuviera un gimnasio. Gutural y áspero, un Rambo de visión infrarroja, Riddick es la mejor creación de Vin Diesel, que con guiños al peplun y la aventura fantástica revive un estilo clásico de cine. Los nostálgicos de Sábados de súper acción quedarán encantados.