Nadie ignora los problemas jurídicos, las acusaciones de abuso de su hija, el repudio que vive Woody Allen en su país, y en el mundo. Por eso se lo ve refugiado en Europa y aceptando una película que parece por encargo, pensada después de la propuesta de mostrar San Sebastián. Lo cierto es que el sigue filmado compulsivamente, como única razón de su vida, donde encuentra ofertas, actores disponibles, distribuidores. Todo lo que les es negado en los EE.UU. Pero este film donde un gran actor como Wallace Shawn hace de su alter ego, si bien no es uno de los más brillantes, entre las 49 películas que hizo, tiene chispazos y atractivos que permanecen. Humor, cultura, cierta acidez pronunciada por el mundo de los festivales de cines donde se pondera el dinero y las inversiones por sobre todo. Pero aún en películas menores, el realizador deja su sello. Y eso es bastante más que la media de la mayoría de los realizadores. Rifkins pasea su desesperanza por la imposibilidad de escribir una gran novela, por la indiferencia y fin de la relación con su esposa, por la pedantería sin límite de jóvenes realizadores. Frente a eso queda anclado en homenajes a sus grandes admirados desde Fellini a Bergman, de Truffaut a Buñuel y siguen los nombres. Gina Guershon esta fantástica en su rol. Un paseo melancólico y leve por una bella ciudad como es San Sebastián, y un creador que no puede hacer otra cosa con su vida que seguir filmando empecinadamente, aunque muchas veces fascina y otra no.