Hasta hace unos años el estreno de una película de Woody Allen era un acontecimiento en buena parte del mundo, sobre todo en Europa y Sudamérica -en Estados Unidos nunca logró convencer al gran público-, pero los problemas de su vida privada y el cambio de época fueron relegando la carrera del director neoyorquino. Estos conflictos hicieron que muchas de las estrellas que apenas cobraban un cachet simbólico para participar en cualquiera de sus sus films, poco a poco dejaron de tener interés e incluso manifestaron su rechazo a que se los asociara al director de películas inolvidables como Manhattan, Hannah y sus hermanas, Annie Hall, Crímenes y pecados, Maridos y esposas, entre muchas otras.
Esta situación hizo que además, las fuentes de financiación para sus proyectos se fueran reduciendo drásticamente y Woody Allen no tuvo más remedio que salir al mundo y hacer películas “por encargo” en Roma, Londres y París, con recursos de productores locales que pusieron como condición de que los relatos transcurrieran en esas ciudades. Así es como la historia de Rifkin’s Festival se desarrolla en San Sebastián, sede del festival de cine más importante de España y uno de los certámenes top del mundo.
Por supuesto que la ciudad vasca es protagonista de la película, un envase hermoso que contiene un relato que gira en torno a las obsesiones de Allen, es decir, los mismos temas de siempre aunque hay que decirlo, sin la originalidad de otras épocas.
Porque el protagonista es Mort Rifkin (Wallace Shawn), un hombre maduro, profesor de cine retirado, empeñado desde hace años en escribir una novela única. Mort está casado con Sue (Gina Gershon), una jefa de prensa que tiene por delante encuentros con periodistas, cócteles, cenas y todo tipo de reuniones para potenciar a su principal cliente, Philippe (Louis Garrel), un joven realizador que pretende que su película sirva para solucionar el conflicto árabe-israelí (¿?). Así que mientras el eterno escritor novel sospecha con razón que su esposa tiene un romance con el director es ascenso, somatiza y empieza a tener todo tipo de dolencia menores que son atendidas por Jo (Elena Anaya), una médica española de la que por supuesto, Mort se enamora casi al instante.
Entre las postales de Donostia que son una maravilla y que ni necesitan la fotografía extraordinaria de Vittorio Storaro, el desarrollo un tanto esquemático del mundillo de los festivales como contexto, los homenajes a Ingmar Bergman en El Séptimo sello (juego de ajedrez incluido y la muerte a cargo de Christoph Waltz), François Truffaut, Federico Fellini, Jean-Luc Godard y Luis Buñuel; la habitual culpa alleniana, junto con las consabidas infidelidades (o al menos la intención) y las reflexiones sobre lo absurdo de todo, Rifkin’s Festival transcurre, no deja huella pero tampoco molesta. Y sí, tal vez genere la reflexión sobre la obra de Allen -y de cualquier creador- que en el caso de que no haya más para decir, ya es tiempo de dar un paso al costado.
RIFKIN’S FESTIVAL
Rifkin’s Festival. España/Estados Unidos, 2020.
Guion y dirección: Woody Allen. Elenco: Wallace Shawn, Gina Gershon, Elena Anaya, Louis Garrel, Christoph Waltz y Sergi López. Música: Stephane Wrembel . Fotografía: Vittorio Storaro . Edición: Alisa Lepselter. Distribuidora: Digicine. Duración: 92 minutos.