Woody Allen vuelve una vez más sobre sus obsesiones, revisita sus propias neurosis y las expone dentro del mundo del cine, en medio de un festival en donde pululan productores, agentes, directores, actores y actrices, entre otros tantos profesionales del séptimo arte y así como en “Hollywood ending / La mirada de los otros” situaba toda la acción haciendo centro en el Festival de Cannes, en “RIFKIN’S FESTIVAL” se pasea por el Festival de San Sebastián y así como ha visitado Roma, Manhattan, Barcelona y París, ahora nos pasea por una de las ciudades más deslumbrantes del país vasco.
Apenas abre la película, sabemos que el alter ego elegido para Woody en esta oportunidad es Mort Rikfin (Wallace Shawn) un profesor de cine que visitará el festival para acompañar a su esposa (Gina Gershon) quien deberá trabajar allí, acompañando a un director en ascenso (Philippe, a cargo de Louis Garrel) con quien Mort presume que ella tiene un romance.
Cuando Shawn aparece en pantalla podremos adivinar que después de haber fracasado con la elección de Colin Firth en “Magia a la luz de la luna”, o haberlo logrado sólo parcialmente con Jesse Eisenberg en “Café Society” o Joaquin Phoenix en “Hombre Irracional”, nuevamente Woody ha encontrado al actor ideal para hacer de él mismo y desgranar sus rumiantes pensamientos sobre religión, las mujeres, la pareja, la fidelidad y los fracasos e infelicidades matrimoniales, además de la infaltable presencia de la hipocondría, las enfermedades y la muerte, absolutamente omnipresentes, en diversas formas, en toda la filmografía alleniana.
Si bien los abundantes y sobrecargados diálogos no aportan ninguna mirada demasiado novedosa Woody encuentra, en este caso, un nuevo artificio para deslumbrarnos: recorrer algunas de las escenas más clásicas de la historia del cine, recreadas en un radiante blanco y negro a través de los sueños de Mort, desplegando una idea lúdica y creativa que oxigena este último trabajo de Allen y lo hace diferente a sus últimas películas.
“RIFKIN’S FESTIVAL” es un verdadero goce cinéfilo, ambientada en el contexto del vértigo de un festival de cine, desnuda a la industria cinematográfica y rinde un profundo homenaje a directores que han dejado su marca personal en la historia del séptimo arte: así desfilan los nombres de Rohmer, Fellini, Godard, Bergman, Pasolini, Bertolucci, Lelouch, Buñuel entre tantos otros y se recrean icónicas escenas de “El Ciudadano/Citizen Kane” “Jules et Jim” “Persona” “Amarcord” o “Sin Aliento” –destacándose un mano a mano con Christoph Waltz a la manera de “El séptimo Sello”-, citándose inclusive a sí mismo cuando aparecen referencias indirectas a sus trabajos como “Interiores” “Crímenes y Pecados” o “Recuerdos/Stardust Memories”.
Una vez más por medio del humor, la sátira y el sarcasmo, Woody se debate en la dicotomía entre “cine comercial hollywoodense vs. Cine europeo de autor” como si fuese imposible combinar lo autoral con lo comercial, la taquilla con un cine de calidad o la maquinaria de Hollywood versus el cine de autor.
Así como se ha enamorado de otras ciudades, en esta oportunidad los paseos por San Sebastián son realmente deslumbrantes donde Woody se da el gusto de tener en su elenco a figuras españolas de trayectoria internacional como Elena Anaya, Sergi López y cuenta con las participaciones de Natalie Poza, y los televisivos Enrique Arce (“La casa de papel”) y Georgina Amorós (“Vis à Vis” “Élite”).
Allen logra que “RIFKIN’S FESTIVAL” se separe ampliamente del pelotón de sus últimas creaciones porque aun cuando vuelve a los problemas de pareja, los amores contrariados, el deseo no correspondido y la pulsión sexual que rodea todos sus relatos, tiene un aire festivo, fresco y novedoso a través de los homenajes que realiza, con esta nueva mirada que vuelve los pasos sobre aquella “Hollywood Ending” pero ente caso se distancia de aquella ceguera para adentrarse en los problemas de corazón de su personaje en el sentido más literal y más metafórico de la palabra.
Las ruedas de prensa, los productores, los críticos y una mirada divertida pero profunda sobre la concepción del arte en general y del mundo del cine en particular, hace que neurosis allenianas mediante, volvemos a disfrutar de los grandes clásicos del cine de autor, de la mano de uno de los cineastas más prolíficos y destacados de su generación como es el gran Woody que vuelve a brillar en esta comedia ideal para los cinéfilos empedernidos.