Para que la música de la vida siga sonando
Para su debut como realizador, Dustin Hoffman eligió un tema que lo roza: hablar de un grupo artistas que, en el ocaso de su vida, reencuentran en su vie ja vocación el mejor remedio para sentirse vivos.
La Casa Beecham, una residencia para músicos retirados, está preparando una gala para recolectar fondos. Y recibe a una nueva pensionista: Jean, una ex diva que sigue reclamando incluso allí un trato diferenciado. Jean se reencontrará con su mundo y con su ex marido. Incluso revela que fue allí para ponerse al día, no sólo con la fama sino con el amor. La historia es leve, pero fluye en calma y encuentra su mejor apoyo en la música y en un afilado elenco que añade sensibilidad y simpatía. Son músicos verdaderos que este filme realmente los ha recuperado y que le dan el tono y el sentido a esta lección de vida. Hoffman los rodea con amable ternura, sin caer en cursilerías, dando cuenta apenas de la implacable marca que deja el tiempo. Y conmueve con buenos recursos. N os dice que hasta el final el hombre seguirá latiendo por los mismos impulsos: el amor, el egoísmo, la vanidad, el miedo, el amor. Y que lo mejor es hacer lo posible para que los sueños y las pasiones no se jubilen nunca.
“Rigoletto en apuros” es, en el fondo, un homenaje al arte como el mejor refugio para dar y darse felicidad. ”Envejecer no es para cobardes” es la famosa frase de Bette Davis. El filme la trae para avisarnos que, además de coraje, se necesita pasión, amor y temple para enfrentar lo que queda.