Un canto a la vitalidad
Bajo el ridículo nombre local de Rigoletto en apuros –el nombre original es Quartet y le hace más justicia- se estrena esta película que marca el debut del actor Dustin Hoffman como director para adaptar a la pantalla grande una pieza teatral de Ronald Harwood, que en esta oportunidad también colaboró como guionista.
La música y la vejez van de la mano en la Residencia Beecham, hogar que necesita financiamiento para no cerrar sus puertas en forma definitiva y así dejar desprotegidos a sus residentes, todos ellos músicos o cantantes de ópera que comparten el último tramo de su existencia contagiando vitalidad pese a los achaques físicos, las enfermedades propias de la edad, porque gozan de la música desde que se levantan por las mañanas; en los ensayos durante el día y a toda hora, tanto dentro como fuera de la casona, dirigida por una médica joven que apuesta a la terapéutica de la tercera edad desde las actividades recreativas hasta el contacto con niños o adolescentes que los visitan y reciben a cambio de clases o de la sabiduría de la edad.
Los protagonistas de esta comedia humanista, fresca y sencilla son cuatro ancianos encarnados nada menos que por cuatro notables actores que brillan en sus respectivos papeles y aportan su carisma incuestionable en cada escena, donde se nota el oficio para encarar con enormes matices, sensibilidad y riqueza compositiva a sus personajes.
Entre este cuarteto es de destacarse por un lado Maggie Smith en su rol de la ex diva de la ópera Jean Horton, quien en su época de esplendor artístico también vivió tórridos y fugaces romances que le valieron una reputación bastante cuestionable para la prensa e incluso dejó despechado a Reginald Paget (Tom Courtenay), otro cantante prestigioso que integró el cuarteto en sus épocas doradas junto a su amigo Wilfred Bond (Billy Connolly), un pícaro seductor que no ha perdido las mañas ni el sarcasmo británico tan característico.
Completa el cuadro protagónico Cecily Robson (Pauline Collins), entusiasta soprano también poseedora de un timbre celestial que padece esporádicas ausencias o pérdida de memoria, aspecto que mantiene en vilo a sus amigos de la residencia.
La llegada de la flemática Jean, la más prestigiosa de las cantantes de allí, genera revuelo entre los habitantes del lugar pero el principal afectado es Reginald, quien a pesar del dolor por haber sido engañado por ella no deja de sentirse nuevamente impulsado hacia la reconquista de su antiguo y único amor, aunque el tiempo parece no haber cicatrizado aquellas heridas del pasado.
La posibilidad del reencuentro, superado el rencor, de los cuatro y armar otra comunión de voces para volver a ser disfrutadas en la gala anual por colegas, personal de la residencia y amigos, entre quienes se destaca como gran secundario Michael Gambon, se presenta en la alternativa de interpretar el cuarteto de la ópera Rigoletto y en ese nuevo comienzo renace el valor de la amistad por encima de las rencillas, celos, vanidades y todo aquello que para la juventud resultaba importante y que en la senectud solamente es un mal recuerdo.
El film de Dustin Hoffman en calidad de director es disfrutable de cabo a rabo básicamente por contar con un reparto de lujo (todos ellos superan los 70 años), en primer lugar por brindarles personajes donde la vejez es un atributo y no una carga o castigo y en segundo término por abordarla desde un enfoque que privilegia la intensidad de vivir más que la irrefutable pérdida de la juventud como parte del proceso natural del envejecimiento.
Cabe anticipar al público que en los créditos finales hay una pequeña sorpresa que vale la pena descubrir para hacer la experiencia más completa y para salir del cine con el ánimo renovado y el alma reconfortada.