Con las alitas arriba
Río 2 trae de regreso a los guacamayos azules y a un camión de personajes para continuar con esta historia apta para grandes y chicos.
Casi tres años después del estreno y enorme éxito comercial de Río, llega la segunda entrega de este producto de animación que, ya de arranque, tiene elementos como para ubicarse por fuera de los esquemas que habitualmente ofrecen los grandes tanques de este cada vez más prolífico rubro de la industria cinematográfica.
Para empezar, un realizador brasileño detrás de todo como Carlos Saldanha, que supo darle forma a una historia donde se combina la esencia de su hogar, una mirada ecologista sin caer en el discurso aleccionador y protagonistas que tienen esa chispa sudamericana (brasuca, bah) que obviamente no se ve en los demás filmes del género. En segundo lugar, estas películas ganan precisamente por las características de sus criaturas, excesivas en sus particularidades. Y finalmente, las tramas y subtramas que, bien acompañadas por su fondo musical y el color, hacen de Río 2 un regalo disfrutable tanto para los grandes como para los chicos. Blu, su pareja y sus tres hijos, Bia, Carla y Tiago, más una camionada de personajes como compañía, vuelven a las andadas.
En esta oportunidad la excusa para la aventura es el descubrimiento de un grupo de guacamayos azules, que hasta ese momento se encontraban en la lista de animales extintos. Como ya se mencionó, la lectura conservacionista también está presente bajo la forma de una lucha para evitar la tala de árboles en ese corazón del mundo que es el Amazonas. Esa es una de las virtudes que tiene esta franquicia y que es bien manejada por su director: las ideas de este tipo que en otras películas son mostradas en forma tosca y a los ponchazos, o bien en el otro extremo, es decir demasiado melosas, aquí van pasando naturalmente y en función de la locura de los personajes.
La selva y la ciudad. En esta segunda parte hay una contraposición que toma forma en la idea del regreso al lugar de pertenencia o bien la de convivir como buenos domesticados en esa otra jungla que está hecha de cemento. Los tres hijos de Blu constituyen parte del foco de todo esto, porque como ya se sabe su pareja y gran amor encarna el espíritu de libertad, que choca con la actitud sociable de él. La pretensión es que sus críos pasen por lo que un ave debe vivenciar en su entorno natural y allá se van al Amazonas.
Sin nada que reprocharle en los aspectos técnicos, al igual que la cinta debut la película se desarrolla ofreciendo a cada paso más personajes e historias conexas, y no pierde el hilo de la narración. Para los más pequeños, es la fiesta de colores el principal atractivo que se pone a disposición, con una estética cuidada y un poco más sutil que la de su antecesora. Claro que esos son detalles que poco les puede interesar a hijos y papás, mientras la historia funcione medianamente bien. En ese sentido, Río 2 es una buena oportunidad para quedar bien con los primeros y de paso pasar un rato entretenido en el cine con ellos.
Casi tres años después del estreno y enorme éxito comercial de Río, llega la segunda entrega de este producto de animación que, ya de arranque, tiene elementos como para ubicarse por fuera de los esquemas que habitualmente ofrecen los grandes tanques de este cada vez más prolífico rubro de la industria cinematográfica. Para empezar, un realizador brasileño detrás de todo como Carlos Saldanha, que supo darle forma a una historia donde se combina la esencia de su hogar, una mirada ecologista sin caer en el discurso aleccionador y protagonistas que tienen esa chispa sudamericana (brasuca, bah) que obviamente no se ve en los demás filmes del género. En segundo lugar, estas películas ganan precisamente por las características de sus criaturas, excesivas en sus particularidades. Y finalmente, las tramas y subtramas que, bien acompañadas por su fondo musical y el color, hacen de Río 2 un regalo disfrutable tanto para los grandes como para los chicos. Blu, su pareja y sus tres hijos, Bia, Carla y Tiago, más una camionada de personajes como compañía, vuelven a las andadas. En esta oportunidad la excusa para la aventura es el descubrimiento de un grupo de guacamayos azules, que hasta ese momento se encontraban en la lista de animales extintos. Como ya se mencionó, la lectura conservacionista también está presente bajo la forma de una lucha para evitar la tala de árboles en ese corazón del mundo que es el Amazonas. Esa es una de las virtudes que tiene esta franquicia y que es bien manejada por su director: las ideas de este tipo que en otras películas son mostradas en forma tosca y a los ponchazos, o bien en el otro extremo, es decir demasiado melosas, aquí van pasando naturalmente y en función de la locura de los personajes.
La selva y la ciudad. En esta segunda parte hay una contraposición que toma forma en la idea del regreso al lugar de pertenencia o bien la de convivir como buenos domesticados en esa otra jungla que está hecha de cemento. Los tres hijos de Blu constituyen parte del foco de todo esto, porque como ya se sabe su pareja y gran amor encarna el espíritu de libertad, que choca con la actitud sociable de él. La pretensión es que sus críos pasen por lo que un ave debe vivenciar en su entorno natural y allá se van al Amazonas.
Sin nada que reprocharle en los aspectos técnicos, al igual que la cinta debut la película se desarrolla ofreciendo a cada paso más personajes e historias conexas, y no pierde el hilo de la narración. Para los más pequeños, es la fiesta de colores el principal atractivo que se pone a disposición, con una estética cuidada y un poco más sutil que la de su antecesora. Claro que esos son detalles que poco les puede interesar a hijos y papás, mientras la historia funcione medianamente bien. En ese sentido, Río 2 es una buena oportunidad para quedar bien con los primeros y de paso pasar un rato entretenido en el cine con ellos.