Hay películas que tienen tanto que no les importa desperdiciar. Rio 2 desperdicia personajes, música y los colores más variados y llamativos. Con el éxito global que fue la primera (del director, brasileño, de varias La era de hielo) no hubo en esta secuela muchos límites a la hora de gastar en animación, en un reparto multiestelar para las voces, en canciones, en lo que fuera. Por eso la pena es doble, o triple, al ver a los personajes que deambulan en una sucesión de secuencias que no se integran.
La definición de película-trailer podría aplicarse a Rio 2, pero no sería exacta. Para ser una película-trailer cada pieza debería tener conciencia de la totalidad, y aquí estamos ante otra cosa: la película parece recomenzar a cada rato, con lo cual nada se arma, nada se suma, nada permanece. La falta de emoción se hace notoria. Los motores de la narración son apenas puntapiés argumentales que nunca se amalgaman. Para ejemplo basta ver la presentación del malo (o del malo humano): un señor que es malo porque, bueno, odia la selva y además quiere convertirla en madera, un personaje que es apenas una tuerca en un mecanismo. Sin identidad, está ahí para que el ecologismo salga gratis: ese señor es malo, la ecología es buena.
El plano en el que se nos deja saber que su mono mascota es malo es de una haraganería notable: una de esas imágenes pueriles que muestran una mueca que nos señala una mera información maniquea. La cacatúa vengativa Nigel (interpretada por Jemaine Clement, de Flight of the Conchords) es claramente el personaje que se destaca, por el trabajo en los matices vocales y porque le toca el mejor número musical con una versión creativa de "I Will Survive". Pero salvo ese momento cuesta encontrar efectividad en los chistes -si hasta parecen meras pausas-, cuesta ver algo de gracia genuina, cuesta dejarse llevar.
El relato se pierde entre múltiples adornos y concesiones para vender algunas entradas más, como un partido de fútbol que se injerta y se define con una arbitrariedad que provoca escozor. El éxito de la primera Rio podría haber dado alas a Saldanha y compañía para hacer algo mucho menos mecánico con este viaje al Amazonas de Blu, Jewel, hijos y amigos. No estamos pidiendo una maravilla oscura y poco exitosa como Babe 2 ni una maravilla exitosa como Toy Story 2. Ni nos rasgamos las vestiduras ante las películas hechas para ganar mucho dinero. El problema con Rio 2 es que quiere ganarlo sin contarnos ningún cuento que nos haga soñar, emocionarnos o divertirnos. Es especialmente frustrante ver tantos simpáticos pajaritos de colores animados con la mejor técnica desperdiciados en una narración que desconoce por completo la noción de cohesión, y que incluso como relato episódico carece de variaciones, osadía, sorpresa y gracia.