Espíritu de esta selva
Sin dudas los más de 480 millones de dólares de recaudación de Río en el 2011 dejaban ver que la secuela de este film que cuenta con la dirección de Carlos Saldanha era inevitable. Y ahora, el futuro llegó y Río 2 ya está en el cine más cercano de tu barrio (?).
Blu y Perla terminaron juntos en la primera entrega y ahora comienzan la segunda con tres pequeños guacamayos en la hermosa y colorida Río de Janeiro. Todos parecen felices allí, asentados en la gran ciudad brasilera y aprovechando las instalaciones que han construido Linda y Roberto. Si bien Blu ahora vuela y se parece más en su comportamiento a un lindo loro (Randolf Mc Clain dixit) que a un gato con plumas, sigue con sus costumbres de “loro de ciudad”. Preocupada porque esos hábitos sean traspasados a sus hijos (de hecho ya los tienen) su pareja cotorra propone que todos vayan de viaje al Amazonas. “No somos personas, somos aves” exclama la buena de Perla. Y tiene razón, entonces el pájaro que podría ser la mascota de Jake Sully en las secuelas de Avatar y su familia deciden emprender el viaje hacía la selva brasilera en búsqueda de más guacamayos azules y para que de paso sus hijos aprendan a vivir como como auténticas aves.
Cuando llegan a destino, guiados por un GPS que Blu lleva en su monona riñonera, se encuentran con cientos de su especie que son liderados por el padre de Perla. Albricias, la familia reunida delante del televisor para disfrutar de un programa de Discovery Channel. Ah, no… En la selva no poseen las comodidades “humanas” del parque ubicado en la carnavalesca ciudad del Cristo Redentor y de hecho las prohíben. Entonces Blu deberá acomodarse a los nuevos estándartes de vida que llevan ese grupo de loritos: comer barro en lugar de potentes waffles, levantarse temprano, obedecer al patriarca loro, odiar a los humanos y demás cosas que alteran su estadía en la selva. La cuestión no es solamente que el pájaro que vino de Minnesota consiga instalarse y ser feliz porque las verdaderas amenazas para la tropa de guacamayos son la vuelta del cacatúa Pepillo (Nigel en el idioma original) dispuesto a todo por vengar su “accidente” de la primera parte y un malvado humano, de nulo desarrollo y explicación, que se encuentra talando los árboles del amazonas.
El laburo de Carlos Saldanha, creador y director de las tres primeras partes de la exitosísima saga La Era del Hielo, es de una pereza llamativa.
Sí Río 2 funciona es en parte por un puñado de gags (las tortugas haciendo capoiera es genial), por alguna que otra pieza musical (la que abre el film y la tan graciosa como potente I Will Survive) y principalmente por las apariciones de esa cacatúa de voz rasposa llamada Nigel. No hay un enemigo sentible, el Big Boss (que no es Bruce Springsteen, o sea cualquiera!) no posee ningún tipo de ilustración a su cometido. ¿Cuál es su motivación, qué lo llevó a arrasar la selva y ser tan malo? Sin desarrollo de su personalidad se hace imposible sentir el peligro que acecha en la selva. Después las coreografías musicales son vistosas, tienen unos colores hermosos y un buen vértigo en las piezas de baile, pero terminan resultando totalmente estériles ante la flojera narrativa en su invocación por parte de Saldanha.
El suceso de la primera parte le dio alas a Saldanha, pero apostó por emperifollar su producto con más números musicales, más “alegría brasilera” (terriblemente impostada), más un partido de fútbol que es originado y concluido torpemente, dejando a Río 2 como una fórmula sin cohesión. Sí no fuera por las apariciones del groso de Pepinillo, un par de canciones, los bellísimos colores y algún que otro chiste que funciona con efectividad el resultado sería catastrófico. El éxito está asegurado de esta secuela pero podrían haberlo generado con una película que tuviese un mínimo espíritu de osadía, sorpresa o gracia.