Dinamitar las capas geológicas del silencio:
El documental comienza con un mail que un directivo de la compañía minera más importante del país (sita en Rio Turbio) le envía a la directora comunicándole que no la autoriza a filmar en la mina. Lo que en principio aparece como un impedimento, la realizadora argentina Tatiana Mazú González lo convierte en una oportunidad. El fuera de campo de las entrañas de la tierra, como la llaman, habilita otras posibilidades creativas que están a tono con el contenido de lo que se busca narrar.
El interior de la mina carbonífera es un mundo oscuro y desconocido, del que los propios mineros rara vez suelen hablar. Lo secretos ocultos que se esconden allí resuenan y entran en consonancia con la invisibilización de las mujeres en el pueblo, relegadas a tareas hogareñas de mero soporte secundario de sus compañeros trabajadores. Un pesado manto de niebla de hollín negro desciende sobre el pueblo para silenciar las voces de las injusticias y del dolor. El documental Rio Turbio se propone socavar el enmudecimiento petrificado para extraer algunas perlas testimoniales de los secretos que guardan las piedras de la mina.
Varios accidentes se van cobrando la vida de los compañeros o familiares mineros de las mujeres del pueblo. El mito del pueblo reza que las féminas tienen prohibido el acceso a la mina porque la tierra se pone celosa. Las mujeres traen mala suerte y provocan los accidentes.
A través de esquemas gráficos de las capas de la tierra y de los procedimientos técnicos de extracción, la directora hace resonar el isomorfismo patriarcal entre el apoderamiento intrusivo y expoliativo de los recursos naturales de la tierra por parte de los hombres y la segregación y la cosificación de las mujeres en el pueblo.
Apoyándose en la potencia de la foto de la abuela de la realizadora (donde se la ve empuñando un rifle sentada en una roca) y en el programa radial de activismo feminista de su tía, la directora se propone excavar la roca de la mudez. Retrata así la resistencia de las mujeres que se organizaron, primero acompañando a sus compañeros despedidos de la mina, pero luego levantándose por su propia causa. Las Mujeres del Carbón salen al espacio público para quebrar la desigualdad de los derechos laborales, para desenterrar la verdad de los accidentes que pretende tragarse la subterránea oscuridad de la caverna.
Rio Turbio se organiza como un documental de corte experimental. Ni la mina ni la lucha se abordan de manera directa sino alusiva a partir de retazos de lo entrevisto y lo oído. El formato fragmentario está en consonancia con lo que acontece en esas profundidades, que es del orden del trauma como imposible de decir y también de lo que busca ser reprimido pero que pugna incansablemente por retornar. A nivel de las imágenes, Mazú González se vale de archivos caseros de la memoria familiar o colectiva, de tuberías, rieles y estructuras que modifican el paisaje natural, de mensajes de grupo de whatsapp, de la inclemencia del ambiente como fuerza hostil a la lucha minera, mientras que las portadas con los capítulos de un libro de táctica y estrategia aportan el sentido de la resistencia militante. El sonido se compone a través del concierto plural de las voces de las mujeres entrevistadas y de la interesante artificialidad de lo maquínico que presentifica el trabajo dentro de la mina y le imprime al documental cierto tono de ciencia ficción.
El silencio pesa sobre Rio Turbio y lo cubre todo con su manto de oscuridad. Es un mandato helado y duro como el hielo que se transmite de generación en generación. Pero Tatiana Mazú González y su lúcida poética de la resistencia nos muestra cómo poco a poco se van produciendo algunas hiancias. Por allí se pueden filtrar pequeñas victorias, porque las voces de la valiente revolución de las mujeres vuelven a resonar sobre la superficie de la tierra.