HOMENAJE
Como lo vienen logrando tantas películas infantiles, que ya no sólo satisfacen al acompañante adulto sino que hacen a los de esta franja etaria querer ir a ver “dibujitos” y reencontrarse melancólicamente con su niñez, Río (2011) es audiovisualmente colorida, políticamente correcta y una infalible acción de convocatoria turística.
Uno de los mayores aciertos de esta producción de Fox y Blue Sky Studios (La era de Hielo, Robots), es disolver las divisiones que otros cines supieron crear: no hay categóricamente buenos ni malos, no hay héroes ni antihéroes, no gana la ciencia sobre el instinto ni viceversa; se pone en el mismo plano a los animales y a los animales-humanos, a los machos y las hembras, a los “yanquis” y los latinos.
Otro mérito: la indiscutible calidad audiovisual (se vea o no en 3D, se escuche o no doblada) que, junto a una impecable e intensa musicalización con lo mejor de los ritmos brasileros, hacen que el filme de ganas de ser pájaro, carioca, dibujante, bailarín de carnaval, político, ecologista, niño. O, por lo menos, de correr a comprar un pasaje a Río de Janeiro (secretarías de turismo: tomen nota de la estrategia).
La historia es simple y algunos elementos son previsibles, pero la trama sorprende y entretiene cada vez que puede y como es una película de dibujos animados, uno puede permitirse la -en otros casos puesta en juicio- emoción ante los pocos golpes bajos y resoluciones a lo Disney.
Cada fotograma es absolutamente intenso, lindo, colorido. La música y los musicales dan ganas de bailar hasta al más aburrido de la fiesta, los recursos humorísticos son efectivos, hay un buen guión y una construcción de personajes profunda.
Pero lo que resulta el objetivo más perseguido y más precisamente logrado es el de mostrar de la mejor manera los mejores atributos de Río de Janeiro: carnaval, pasión por el fútbol, color, música, flora, fauna, historia, arquitectura, ciencia, favelas pintorescas, playa, gente divertida; lo cual coincide con el hecho de que la película se llame Río: esta ciudad es la verdadera protagonista y la película resulta un gran y oportuno homenaje del director Carlos Saldanha a su ciudad natal (y a la libertad).