Fantasmas de negro
En el momento y lugar adecuados, R.I.P.D. Policía del más allá (R.I.P.D., 2013) podría haber sido una buena película de acción/comedia/fantasía, pero llega unos 16 años después de Hombres de negro (Men in Black, 1997), que nos enseñó que hay agencias paranormales que velan por nuestras aburridas vidas, y 23 años luego de Ghost, la sombra del amor (Ghost, 1990), que nos enseñó cómo funciona el amor – y todo lo demás – desde el más allá. Consideren a R.I.P.D. Policía del más allá la cruza bastarda entre estos dos fenómenos de la cultura pop, que no le han dejado a la película mucho más para decir.
La película comienza de la peor forma posible, con una persecución que echa por la borda cualquier sensación de asombro o intriga que una dirección más sabia hubiera podido cultivar. El fugitivo es un deforme monstruo obeso que salpica flema en 3D. Los perseguidores son el joven, heroico, bello y recientemente asesinado oficial de policía Nick (Ryan Reynolds) y el tosco e igualmente occiso sheriff Roy (Jeff Bridges, repitiendo su performance de Temple de acero). Ambos trabajan para el Departamento de Policía Mortal, cazando almas fugitivas entre los mortales. El drama de Nick es que ha dejado detrás a una viuda sexy. El de Roy es que en un momento pierde su sombrero.
Nick y Roy, en paz descansen, no hacen una buena dupla cómica. La película se cree que está jugando la carta de la “pareja dispareja” porque uno de los policías es un novato y el otro es un veterano, pero olvida darles personalidades interesantes – siquiera contrarias – y la relación no es particularmente vitriólica, mucho menos graciosa. El personaje de Nick resulta un contrapunto cómico mundano para el estrafalario Roy, y sentimos que los chistes son despedidos a medias y sin demasiadas ganas.
La única gracia viene de la mano de Mary-Louise Parker, embotellada en un rol secundario, y el hecho de que Nick y Roy deambulan entre los mortales utilizando avatares disparejos a su sexo, raza o edad. La película no explora este concepto más allá del gag visual, pero para el caso no explora nada de nada y toma la ruta fácil hacia tiroteos, persecuciones de auto y raudas explicaciones sobre cómo funciona este universo en particular que, a pesar de extenderse durante toda la película, no llegan a cubrir la mitad de las preguntas que uno pueda llegar a tener.
¿Cómo escapan estas almas fugitivas del purgatorio? ¿Por qué la comida india les transforma en monstruos? ¿Cómo mantiene el RIPD su existencia en secreto cuando los persiguen a plena luz del día? ¿Por qué no sufren perjuicio por ello, y por qué no hay ningún plan de contingencia, algún tipo de neuralizador divino? ¿Por qué el villano hace lo que hace, sabiendo lo que sabe, y cuántos deus ex machina entran en su bolsillo? Y ya que estamos, si la película fue filmada hace 2 años, ¿por qué no actualizar mientras tanto los efectos digitales en postproducción?
Ante una comedia sin gracia, una fantasía construida a desgano y una trama que delata cada uno de sus obvios pasos, este es entretenimiento del más elemental. Nos quedamos con la adrenalina edulcorada de tiroteos que no matan a nadie, la reiterada habilidad de Jeff Bridges de personificar picardía y vagancia al mismo tiempo (esta vez inyectado con un poco más de lástima), y las ganas de reírnos de algún que otro chiste que es gracioso la primera vez pero no a la quinta o sexta.