Más frío que la lápida de su tumba
¿Estaremos llegando al fin de la moda comiquera en el cine? Los números indican que todavía hay mucho para exprimir (en el buen y en el mal sentido) en el mundo de la historieta, pero lo cierto es que productos como R.I.P.D. - Policía del más allá se pasean con un andar algo cansino. Basada en la novela gráfica Rest in Peace Department, de Peter M. Lenkov, el largometraje dirigido por el alemán Robert Schwentke (el mismo de Red y Plan de vuelo) no tiene como centro de gravitación a ningún superhéroe de ocasión aunque, dadas las circunstancias de la historia, sí es cierto que los protagonistas terminan salvando al mundo del desastre más absoluto. La cosa viene por el lado de los vivos y los muertos, más cerca de Los Cazafantasmas que de los undead de Romero, y los encargados de ordenar el caos son dos policías arquetípicos, exponentes tardíos de la buddy movie, aunque con una característica sobresaliente: están más fríos que la lápida de una tumba. Es que su vida en la Tierra terminó hace un tiempo, pero su trabajo policíaco continúa desde el más allá.
Resulta que hay espíritus que se resisten a abandonar los placeres terrenales y se la pasan correteando entre los vivos como si tal cosa, camuflados bajo la piel de un ser humano vivito y coleando. La misión de los miembros de R.I.P.D. es, precisamente, atrapar y llevar a los “deados” (como los llaman afectuosamente) de vuelta al lugar que les corresponde. Puede sonar complejo, pero la trama del film es de lo más sencillo del mundo y hay incluso algo infantiloide en todo el asunto, más allá de las humoradas “para adultos” del film. Comedia desembozada que nunca se toma a sí misma en serio, R.I.P.D. parece una de esas películas filmadas en automático pero en la cual los actores la pasaron bomba delante de la pantalla azul (debidamente rellenada por los especialistas en efectos especiales en la etapa de posproducción). Tal parece ser el caso de Jeff Bridges, que en la piel de un miembro de la fuerza ultraterrena, muerto hace más de dos siglos –un auténtico sheriff del Lejano Oeste trasplantado–, se manda un festín de la brocha gorda y el histrionismo al palo.
Algo parecido, aunque tres o cuatro cambios por debajo, hace Kevin Bacon como el villano titular, uno de esos canas corruptos que, colmo de males, se despacha a su compañero de armas (Ryan Reynolds) en plena misión. Uno de los gags más simpáticos gira alrededor de la apariencia terrenal del dúo de héroes, ciertamente alejada de su versión original, pero el guión lo repite en tantas ocasiones que termina transformándose en un chiste pesado. Film de alto presupuesto que, sin embargo, se autodefine con orgullo como berreta, a R.I.P.D. le faltan tres elementos esenciales para llevar a buen puerto la propuesta: gracia, ritmo e imaginación. Aunque, como están las cosas, en plena era de extensas superproducciones con ambiciones filosóficas dignas del más profundo de los pensadores, se agradecen tanto su falta de pretensiones como el metraje reducido.