Uno puede intentar imaginar como fue la reunión en la que un productor logró convencer a los ejecutivos de los estudios Universal de que era una buena idea adaptar el cómic de culto R.I.P.D. a la pantalla grande. Seguramente utilizaron como referencia la película Hombres de negro (también traspuesta de la historieta), en la que tanto se inspiraron. Como en aquella trilogía, acá hay una agencia secreta que se ocupa de cazar criminales que no pertenecen a este mundo. En el caso de los films protagonizados por Tommy Lee Jones y Will Smith eran extraterrestres, mientras que aquí se trata de las almas de los muertos que se niegan a dejar la Tierra. Claro que si la premisa suena más o menos entretenida -así la deben haber vendido sus realizadores-, su ejecución resulta exactamente eso: una ejecución.
Todo comienza con unas escenas algo frenéticas que muestran la vida y la trágica muerte de Nick (Ryan Reynolds), un policía corrupto destinado a trabajar en una comisaría celestial atrapando malvivientes sobrenaturales para evitar irse al infierno. Ahí se encontrará con su nuevo compañero, un sheriff del Viejo Oeste, interpretado por Jeff Bridges. Esta introducción al relato resulta poco agradable de ver en gran medida por la fallida conversión al 3D, algo que no mejora demasiado en su desarrollo, que incluye la insulsa interpretación de Reynolds y la raras decisiones actorales que tomó Bridges. Transformando su estereotipado personaje en una parodia, el ganador del Oscar y el director Robert Schwentke ( RED ) logran lo que parecía imposible: ensombrecer el magnetismo de Bridges. Algo similar sucede con Mary-Louise Parker, la jefa de la policía celestial, cuyo personaje es gracioso o levemente entretenido durante los primeros cinco minutos que aparece en pantalla; pero el hechizo no dura más que eso. Y es lo mejor del film. Lo peor: el diseño digital de los fantasmas/monstruos demasiado parecidos a los de Los cazafantasmas sólo que casi 30 años más tarde.