Un cuento chino, pero sin gracia
Intenta contar la vida de dos inmigrantes en la Argentina. Y todo es tedio.
Rita es una inmigrante paraguaya que acaba de llegar a Buenos Aires y busca trabajo en una lavandería. Allí conoce a Li, una mujer china que trabaja ahí desde hace un tiempo. Tras una breve entrevista con el dueño del local (Juan Palomino), Rita (Julieta Ortega, con un acento paraguayo que se “centroamericaniza” por momentos) empieza a trabajar y se muda a l cuarto de la casa de un señor viudo y en apariencia amable (Juan Manuel Tenuta).Esta historia sencilla, demasiado sencilla (casualmente con varios puntos en común con Un cuento chino , pero ni siquiera una pizca de su gracia), jamás se aleja del lugar común y de los apuntes más obvios. Rita y Li se van haciendo amigas mientras descubren que su jefe no es tan santo como parece, que el viejito se pasa de rosca cuando se toma unas copas de más, y que hay un par de clientes (Enrique Dumont y Antonio Birabent) que le van echando el ojo a la chica. Por su parte, Li tiene su propio trauma y un sueño: ponerse un restaurante propio.Mientras Rita y Li viven y sueñan juntas, va pasando esta película de Francisco D’Intino que no tiene demasiado para ofrecer, más que un cuentito casi ñoño -casi una obrita escolar- sobre estas dos inmigrantes y un grupo de vecinos (el jefe con lazos criminales, la vieja chusma, el cliente gay, el padre soltero, el muchacho enamoradizo) que las rodean. No hay nada especialmente malo en el filme, pero nada tampoco que amerite su visión. Ni desde la historia ni de la puesta en escena ni de las actuaciones.Rita y Li parece una película de otra época, con cierta corrección política como única diferencia identificable. Y nada más.