Sencilla, emotiva y con buenas actrices
Cabe aclarar desde el comienzo: el rodaje de esta película es anterior al de «Un cuento chino». Y el presupuesto es menor, lo que demoró su estreno. Otras diferencias saltan a la vista: rodada en Santa Fe, ésta es una historia sencilla, contada en un tono tranquilo, provinciano (lo que no impide algunos tiroteos), sobre el nacimiento de la amistad entre dos empleadas de una lavandería de barrio, la obligada complicidad de ambas frente al patrón, que las trata con tono protector pero anda en negocios turbios, y, también, las ilusiones compartidas entre ambas mujeres.
Las dos son de afuera. Una es paraguaya, jovencita, madre soltera que vino a probar suerte, y la otra es china, sufrida, cortante, solitaria. Cuando descubre que una clienta conoce el drama que ha vivido años atrás, se siente perturbada, como invadida por la opinión pública. Le asombra que alguien la conozca más allá del mostrador de la lavandería. El país es peligroso para ellas. Pero también está lleno de gente buena. Al menos, eso es lo que ellas van a percibir, y el director les va a regalar, así como les (y nos) regala un final gratificante. La historia es sencilla, cordial, con suave acompañamiento de piano, momentos que rozan limpiamente la emoción, y dos actrices que da gusto apreciar: Julieta Ortega, en su regreso a la pantalla grande (de donde faltaba hace ya largo tiempo), y Miki Kawashima, que debuta en cine con una exacta interpretación, tras haber pasado sus años jóvenes en otra disciplina. Ella se formó en la danza japonesa, integró la compañía de Maurice Béjart, investigó por países del Lejano Oriente, difundió bailes orientales, y desde 1990 también es bailarina profesional de tango. Sorprende ahora como actriz. Juan Palomino, Juan Manuel Tenuta, Azucena Carmona y Enrique Dumont completan el reparto. Música, Marcelo Piazza. Realizador, el cordobés Francisco DIntino, hombre que ya hizo otros relatos sensibles de gente común, pero que logra aquí su mejor obra hasta la fecha.