En 2011 llegó a mis manos un DVD con una película mexicana llamada “Somos lo que hay” (2010). Nunca estrenada en Argentina, y por lo que sé, tampoco en muchos otros países fuera de México, cuyo comienzo era demoledor. Una mezcla de terror con crítica social a lo George Romero.
Un hombre sucio, en estado de abandono (se adivina también maloliente) está caminando cual zombi por los pasillos de un shopping. Se pega a una vidriera de maniquíes femeninos, balbucea algo para luego dar unos pasos más y desplomarse en el piso, no sin antes vomitar algo desagradablemente verdusco. El hombre muere.
Plano cenital desde el techo del shopping: Dos guardias se acercan, arrastran el cuerpo que deja una estela del líquido vomitado. Viene el personal de limpieza, trapea el piso y se va. Luego vemos un par de chicas con bolsas de ropa cara caminando sobre el mismo lugar donde todo ocurrió. La clase alta pisoteando a la de menores recursos.
A semejante comienzo le seguirá una historia que nunca podrá ponerse a la altura de lo visto en ese par de minutos, pero sí resulta interesante cuando roza el absurdo. Quedan la madre, dos hijos adolescentes y una nenita. La familia incompleta que guarda un terrible secreto.
“Ritual sangriento” está sólo inspirada en la anterior. Toma los elementos con los que se construyó a aquella familia, cambiando hijos por hijas, además del progenitor que muere al principio, abandona toda pretensión de crítica social, y por último destierra el absurdo, y con él, el humor. Apenas se usa una carcasa del guión de Jorge Michel Grau, al cual Jim Mickle y Nick Damici transforman en un relato lúgubre, melancólico y misterioso.
Decíamos. La madre, muerta en circunstancias extrañas en una comarca que se caracteriza por las desapariciones de jóvenes chicas y por estar siempre nublado o lloviendo (la fotografía tiene grandes méritos para lograr ese clima ominoso, frío). El padre, amparado en un mandato divino anda con ánimos hostiles hacia vecinos (¡qué vieja está Kelly McGillis!), e hijos a los cuales somete a comer carne de la que no se compra en la carnicería. Las dos hijas son las que, a partir de conocer el secreto, bifurcan las acciones para un lado bueno o malo según como se mire. De este modo, la narración va creciendo en tensión y suspenso dejando algunas hilachas para que el espectador vaya suponiendo de qué tela esta hecho el manto de incertidumbre latente con el que está cubierto casi todo el film.
Además de la fotografía y una buena compaginación, es destacable el trabajo hecho con el casting por parte de Sig De Miguel y Stephen Vincent. Julia Garner (a quien vimos éste año en “El último exorcismo 2” y en “Las ventajas de ser invisible”) compone a una inquietante Rose Parker. Lo mismo sucede con Ambyr, Childers y Jack Gore encarnando a los otros hermanos. Bill Sage logra un convincente señor Parker trabajando una combinación entre “auto acuartelamiento”, cuando se siente expuesto, con explosión al momento de imponerse.
La primera vez con los cuatro sentados a la mesa sirve como muestra. Aun cuando se trata de un género en el que ya todo es bastante previsible, “Ritual sangriento” se las arregla para, sin ser la mar de original, aplicar correctamente lo aprendido en la clase de guión y las reglas del juego básicas en este tipo de producciones. Para un año flojísimo en calidad de producciones de terror este cierre resulta aceptable y por qué no, auspicioso.