Este film es de esos que uno no espera. Sí, es “de terror”, pero no es puro susto y se va construyendo poco a poco, paso a paso, casi parsimoniosamente. Una familia que vive en el encierro para conservar costumbres centenarias tiene que enfrentarse con el mundo exterior. O, si usted quiere, al revés: el mundo debe enfrentar algo totalmente fuera de su experiencia, algo, sí, terrorífico. El peso de esta historia no está colocado en el efecto fácil sino en la actuación de los personajes, que poco a poco van develando un grado de locura notable. De hecho, el film, que plantea como núcleo el canibalismo, obliga a preguntarse si la paranoia o el miedo no son una locura mayor que comerse a una persona (por cierto: la respuesta es “no, tenemos miedo o somos paranoicos porque hay gente que se come a la gente”, pero durante el film tal verdad bascula y eso es lo bueno). Una pequeña y bien realizada artesanía cinematográfica sin grandes estrellas pero con grandes ideas.