De noble a ladrón
“Robin Hood” (2018) es una película de aventuras dirigida por Otto Bathurst y escrita por Ben Chandler y David James Kelly. Producida por Leonardo DiCaprio, el reparto incluye a Taron Egerton (Testamento de Juventud, Kingsman), Jamie Foxx, Eve Hewson, Ben Mendelsohn (The Place Beyond the Pines, Ready Player One), Jamie Dornan (Cincuenta Sombras de Grey), Tim Minchin, F. Murray Abraham, entre otros.
Robin De Loxley (Taron Egerton) se enamora a primera vista de Marian (Eve Hewson), una joven que intenta robar un caballo. Los días juntos no duran mucho ya que a Rob le llega una carta importante: deberá cumplir el servicio militar en el desierto. Sin perder su compasión, Robin no seguirá las órdenes establecidas e intentará ayudar a John (Jamie Foxx), un hombre que está a punto de ver cómo matan a su hijo. De vuelta en su pueblo, el sacerdote Tuck (Tim Minchin) le informa a Loxley que allí ya lo dieron por muerto, aparte de que le confiscaron sus tierras. Incluso Marian parece haberse olvidado de él ya que ahora está en una relación con Will (Jamie Dornan). Sin nada que perder, Robin se unirá a su amigo John para hacerle frente al gobernador de Nottingham (Ben Mendelsohn). Este señor está arreglando un trato con el cardenal de Roma y los árabes por lo que, si la situación no cambia, el beneficio a los plebeyos será inexistente.
Las historias sobre el personaje de Robin Hood, el héroe que roba y reparte el dinero entre los más pobres, ya son demasiadas. Tenemos a la película animada de 1973 producida por Walt Disney, a la cinta de 1991 protagonizada por Kevin Costner, la comedia de 1993 dirigida por Mel Brooks y la nueva perspectiva que le dio Ridley Scott en 2010. A casi nadie le pareció apropiado que una vez más el relato se vuelva a reinventar e incluso desde los trailers se veía venir que esta producción sería un desastre. Las suposiciones quedan confirmadas: estamos ante uno de los filmes más flojos del año.
Aunque se note que la cinta no está hecha para tomársela en serio, son tantas las malas decisiones que se tomaron en este proyecto que ni siquiera el producto termina siendo entretenido. Por un lado, las constantes escenas de acción nunca llegan a generar nada debido a que los efectos especiales tienen una calidad bajísima, haciendo que la mayoría de secuencias luzcan muy falsas, en especial cuando se utiliza la cámara lenta. El sonido tampoco está bien hecho, por lo que el impacto que deberían tener las flechas no es lo que se esperaba.
En cuanto a las actuaciones, ningún personaje cuenta con un desarrollo apropiado, lo que da como resultado que no podamos empatizar con nadie así como que el interés decaiga a medida que pasan los minutos. Ben Mendelsohn construye a un villano que es el típico “malo porque sí”, además de que cansa verlo gritar en cada una de sus escenas (lo mismo sucede con Jamie Foxx, que entrena a Robin para convertirlo en “El Encapuchado”). El diseño de vestuario es otro grave error: el gobernador tiene ropa que en esa época no se usaba, más bien parece sacada de Ready Player One.
Como si fuera poco, los escritores metieron un triángulo amoroso paupérrimo, donde el nuevo novio de Marian, interpretado por Jamie Dornan, cambia su postura varias veces en pocos segundos. Además, se supone que los plebeyos tienen gran importancia en la trama ya que el objetivo de Robin es darles el dinero que les falta para tener una vida sin preocupaciones por la comida; no obstante al pueblo nunca se le da el protagonismo que merece.
“Robin Hood” se vuelve la peor adaptación del justiciero, una que no convence ni siquiera desde lo visual. El desenlace da cuenta de que se quieren hacer más filmes sobre el Encapuchado, una rotunda mala idea si se continúa por este camino.