No pasan diez años sin que Hollywood se abstenga de hacer una nueva versión de “Robin Hood”, y lógicamente con la idea de darle una vuelta novedosa. Grave error, dado que lo divertido siempre será la leyenda original del héroe robando a los ricos para darles algo a los pobres del bosque de Sherwood.
En esta nueva versión ni siquiera hay bosque de Sherwood, y la dirección de arte propone un medioevo muy extraño, con largos tapados para los villanos y un ambiente urbano que no se compatibiliza con la época. Más allá de estos y otros detalles híbridos, la película es bastante ágil y, por momentos, entretenida. Esta vez Robin Loxley (Taron Egerton) viaja a las Cruzadas, donde con un gesto justiciero se hace amigo del moro Jamie Foxx, una curiosa variante del mítico Pequeño Juan que es quien le enseña al protagonista el uso del arco y flecha como si fuera un auténtico ninja. Hay escenas de acción atractivas, y otras dialogadas bastante tediosas. Se deja ver, pero no mucho más.