Desde que el cine irrumpió en la cotidianeidad humana, en el preciso instante que se estableció como un divertimento, antes de utilizarse como discurso, tuvo como fuente de inspiración la literatura.
Luego de más de una centuria se puede decir sin temor a equivocarse que el texto del mítico bandido del folclore inglés de la edad media, Robin Hood, es uno de los que más se repite en la historia del cine.
Así como muchas de las obras de teatro escritas por William Shakespeare tienen una base histórica real, la del “Príncipe de los ladrones”, también ubicada entre los años 1200 y 1400, tiene muchas investigaciones, teorías y análisis.
En tanto en el cine grandes actores, desde Douglas Fairbanks (1922) hasta Rusell Crowe (2010), pasando por Errol Flynn, Sean Connery o Kevin Costner, entre muchos otros, y sólo para nombrar algunos. Hasta una mínima aparición en “Shrek” con la voz de Vincent Cassel. Todos, sea de aventuras, de pura acción, romántica, hasta con humor como motor o con ausencia total del mismo, mantuvieron mínimamente el alma del relato.
Este nuevo acercamiento ya desde un principio con una voz en off, nos anticipa que ésta que estamos por presenciar es la verdadera historia, más allá del mito.
En esta versión, Robin de Loxley no vuelve de Jerusalém, de la guerra santa, sino que es enviado allí. Por lo tanto no debe conquistar a la bella Marian (Eve Hewson) a su regreso, sino que la abandona pues ya son pareja, pero tranquilos, no la deja embarazada, sólo la deja.
Allí, en la ciudad cuna de las tres grandes religiones de occidente (todo esto para no repetir una palabra, perdón), luego de 4 años de lucha feroz vemos como por generación espontánea nuestro “héroe” imita a Moisés, se rebela contra sus superiores y amigos, defendiendo a los que hasta ese momento eran sus enemigos, prisioneros del malvado jefe. Faltaría que Robin (Taron Egerton) exclamará “let my people go” o, en su versión hebrea “shlaj na et ami” (no hace falta leerlo de derecha a izquierda), o en simple español “deja salir a mi pueblo”.
Este será el primero de los tantos entrecruzamientos utilizando características de otros héroes ficticios o reales, con los que intentan construir un personaje diferente al mítico para terminar siendo un simple Frankenstein de los “héroes” románticos.
Podemos reconocer a Batman, en tanto es preparado por un maestro, en éste caso el pequeño John, que en esta versión es el musulmán salvado en las Cruzadas, El Zorro que hace justicia por los oprimidos, ahora trabajadores de una mina de carbón. Margaret Thatcher no aparece, o al menos no la vi en pantalla, el mismísimo Conde de Montecristo, con su sed de venganza, ya que a su regreso su amada Marian está en brazos de otro hombre, como canta Juan Carlos Baglietto … “ Yo se que una mujer valiente, se inclina igual, para el lado de la sed”. Claro, antes nos informan que al “súper” héroe lo dieron por muerto, ¿se entiende? Etc.
Según algunos, este tipo de producción en la que nada se termina respetando, ni desde el vestuario, apunta a un público joven, lo cual es algo para lamentar.
Todo establecido con espejitos de colores, léase, ralentis, o aceleraciones, acrobacias digitalizadas por doquier, algunas hasta de muy mala factura.
Los rubros mal llamados técnicos podrían salvarse del incendio, pero todo es tan paupérrimo que nada se puede rescatar, ni la fotografía, que en si no es mala, o el diseño de sonido. Sí se lleva mucho de los lauros del hartazgo, la música, grandilocuente, empática, omnipresente, indicando los estados de ánimo por los que debería transitar el espectador, y lo peor es que impide que el sufriente duerma un rato.
Las actuaciones tampoco pueden ser redimidas, en circunstancias que establece que cada personaje o actor este en un registro diferente, Taron Egerton parece estar en una comedia para adolescentes poniendo cara de buen chico, Jamie Foxx pidiendo perdón a Morgan Freeman, Ben Mendelsohn en la piel del Sheriff de Nottingham demasiado sobreactuado, queriendo ser más malo que Torquemada ofuscado, y para cerrar el cuarteto cuasi protagónico, aparece Eve Hewson, que decir de ésta mujer del medioevo que actúa como una feminista del siglo XXII, a. sí, es realmente bella.
Por supuesto que hay otros actores encarnando personajes laterales, algunos desdibujados, otros que cobran una importancia desmesurada, tal el caso del Cardenal en el cuerpo de F. Murray Abraham, más parecido a Richelieu que a Juan Pablo II.
Del guión y los diálogos mejor no hablar, ya que todo es tan burdo que no hay humor ni siquiera por error, sí aburrimiento por doquier, lo que en un filme de aventuras es un pecado capital.
Si a los jóvenes de hoy en día esto los atrae….el filme no termina sino que es la apertura a una posible franquicia con el personaje. Dependiendo de la taquilla, claro.