Con una historia cinematográfica que comenzó en 1908 y más de cuarenta films que lo invocan, se puede afirmar que cada generación de espectadores tuvo su versión de Robin Hood. Ahora llegó el turno de los centennials. Este makeover actualiza el mito a través de un conjunto de referencias con las que aquellos están muy familiarizados: Robin del bosque (Taron Egerton) es un superhéroe tomado del molde de las recientes Batman: un noble acaudalado que pierde todo y es entrenado por un mentor para convertirse en un vengador enmascarado que enfrenta la tiranía del sheriff de Nottingham (Ben Mendelsohn). Su Medievo es más parecido al futuro distópico de Los juegos del hambre que a un pasado sucio y cenagoso, y las escenas de acción son los enfrentamientos de un film bélico actual con flechas que hacen estallar la roca. Hay también una actualización doctrinaria: Lady Marian (Eve Hewton) es una mujer del siglo XII a la que ningún hombre le dice lo que tiene que hacer, el pequeño John (Jamie Foxx) es musulmán y el sheriff de Nottingham fue abusado por curas durante su infancia. Nada de esto es más cuestionable que los dislates de películas anteriores. Lo que falta aquí es algo de carisma entre los protagonistas, un poco de humor y un guion que no se limite a unir una escena obligada tras otra y guarde al menos una sorpresa. Esta es una historia de origen del personaje, abierta a iniciar una saga: un exceso de optimismo que ya chocó con la realidad de que el film tuvo uno de los peores arranques del año en la taquilla norteamericana.