El lado desconocido de una leyenda de la mano de Ridley Scott
Robin Hood (Rusell Crowe) el héroe de la leyenda llevada a la cinematografía en muchas oportunidades, quedando en el recuerdo particularmente las protagonizadas por Fiarkanks (“Robin de los bosques”, 1922), Errol Flynn (“Las aventuras de Robin Hood”, 1938), Sean Conery (“Robin y Marion”, 1973) o Kevin Costner (“El principe de los ladrones”, 1991) En todos los casos se hace una parcial, y muy somera, referencia a la vida del personaje anterior al momento de sus hazañas en el bosque de Sherwood, centrando todo el relato en las aventuras que se supone allí se registraron. En tanto “Robin y Marion” (1973), con Sean Conery, abordaba los últimos años del héroe legendario.
En el caso que nos ocupa, en cambio, el relato nos retrotrae a la niñez de Robin Hood narrando todas las incidencias de su vida que finalmente, por decisión de Juan sin Tierra, hermano de Ricardo I, coronado rey ante la supuesta muerte de éste, es obligado a convertirse en un fugitivo, para iniciar como tal su lucha por la libertad y la justicia desde el famoso bosque británico. Consecuentemente, esta nueva visión de la historia del Robin Hood, protagonizado por Russell Crowe y dirigida por Ridley Scott, a diferencia de todas las que le anteriores, finaliza cuando Robin va a comenzar su camino hacia la leyenda.
Al regreso de las cruzadas, y considerado muerto en una batalle Ricardo I Corazón de Leon (1157-1199), le es encomendada a Robin la misión de entregar la corona en Londres, para lo que asume el nombre del noble Loxley, hombre fiel del Rey, muerto en batalla a quien Robin promete llevar la espada a su padre. Después de cumplir la misión que le fuera encomendada entregando la corona al principe Juan, parte con destino a Nottinghan donde conoce a Lady Marian (Cate Blanchett) esposa de Loxley y al padre éste Sir Walter Loxley (Max Von Sysow), a quienes les confiesa toda su verdad al momento de cumplir con la entrega de la espada, gana la confianza del anciano considerándolo digno de que siga usando el nombre de hijo, revelándole a Robin aspectos de sus antecedentes familiares. Ahora Robin Longstride interviene en las luchas contra los invasores franceses, que actuaron merced a traiciones en el entorno del Rey Juan. Por su actuación en las batallas gana un reconocimiento que molesta al soberano británico, quien lo considera un peligro para la corona y es obligado a actuar como un fugitivo. Robin cansado de injustas amenazas, del aumento desmedido de impuestos, el vandalismo de las autoridades y la hambruna, violencia e injusticias que debe soportar Nottinghan resuelve resistir esos embates, actitud que avalan los ciudadanos para comenzar a reivindicar sus derechos humanos tomando las armas en defensa propia.
Los quionistas nos traslada a la Inglaterra del siglo XII con una historia plena de lealtades, traiciones, amores y aventuras, desarrollada con inteligencia en cuanto al tratamiento del relato y los personajes que la animan, en una interesante vuelta de tuerca que mantiene interés sostenido en las acciones engarzadas con buen criterio.
El realizador británico Ridley Scott tiene 72 años, en los últimos 33 dirigió 19 producciones desde “Los duelistas” (1977) hasta “Robin Hood” (2010), incluyendo títulos como “Alien, el octavo pasajero” (1979), “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991), “Gladiador” (2000), “Red de mentiras” (2008). Recordando estas obras estamos ante un cineasta avalado por una trayectoria de indiscutible calidad artística, con sus más y sus menos según la apreciación de cada cinéfilo. “Robin Hood” suma méritos presentes en los títulos mencionados por tener como punto de partida buenos guiones, a los Ridley supo interpretar acabadamente en contenido y forma, armonizándolas al materializarla en imágenes y sonidos. Denota conocimiento, gusto y estilo para aprovechar todas las posibilidades tecnológicas al servicio de la cinematografía, y de los equipos técnicos que la aplican en justa medida sin sobrecarga de efectismo, en este caso la calidad de la fotografía, el trabajo de las cámaras, la dirección de arte y el uso de los planos sonoros, y una compaginación que sostiene ritmo y cadencia narrativa. Esto último particularmente notorio en la utilización de la música placentera, incluidos los coros, tratamiento que en algunos pasajes recuerdan a “Gladiador”. Por otra parte, tiene el mérito de una inteligente selección de intérpretes, a quienes conduce por sendas claras y mano segura logrado buen nivel en todos los estratos, apreciado desde Russell Crowe y Cate Blanchett encarnando a Robin y Marion cuarentones, hasta el rescate de un excelente actor sueco Max von Sydow, por lo general desperdiciado por los realizador de Hollywood.
La historia invita a disfrutar de la acción y la aventura, en tanto la realización alcanza un muy buen nivel artístico que sostiene sin desmayo los 138 minutos de proyección.
Se abre una incógnita: ¿puede haber una segunda parte cubriendo lo que algunos espectadores esperaban encontrar al concurrir a la sala?