Para servir
Negocios son negocios y una de las industrias que mayores ingresos da a los EE.UU. debe seguir produciendo a como de lugar. El cine es uno de los principales productos de exportación de los asustados unidos de Norteamérica, y si a los creativos de Hollywood no se les ocurre nada productivo hay que echar mano a lo que ya fue hecho.
Estamos ante otro remake, esta vez del filme que el holandés Paul Verhoeven presentó en 1987 con el título de "Robocop". Aquella era una pieza áspera dedicada a exponer lo siniestro que sería un estado que deja en manos de corporaciones privadas nada menos que la seguridad de sus ciudadanos. La excusa era una bien conocida por estos lares, como el estado es corrupto e incapaz de administrarse eficientemente, entonces dejemos que una empresa privada se haga cargo, como si la corrupción y la ineficacia no estuvieran presentes en el ámbito privado.
En esta nueva versión, con el mismo título, aquella discusión entre lo estatal y lo privado ya está zanjada, directamente no existe. La empresa Omni Corp ha impuesto su sistema de vigilancia y seguridad robotizada al resto del planeta, como en Medio Oriente, donde inicia esta historia. Drones que aseguran la tranquilidad para el imperio se despliegan por la zona, pero no en los EE.UU. donde una ley se lo impide. ¿Por qué es una empresa privada? No. Porque los drones no tienen capacidad para sentir como un humano. Por ese detalle es que el país del norte no inunda sus calles con policías robots administrados por un codicioso e inescrupuloso empresario. Y ya sabemos cual es la solución, la que da sentido a esta historia.
Todo lo que el filme original tenía de irónico y mordaz, este lo pierde en el camino entre tanto trazo grueso impuesto por el personaje de Samuel L. Jackson, un periodista que por fuera de la trama principal sirve de "voz" de un establishment reaccionario y derechoso. No ayuda la subtrama ética-emocional que intenta proponerse desde el guión, ni mucho menos el flojo planteo que sobre la lucha entre el hombre y la tecnología muestra el filme.
Lo realmente destacable es la dirección de José Padilha en las escenas de acción, algo que en "Tropa de Élite" dejó claro que sabe cómo manejarlas. Por lo demás, el brasileño hace lo que puede con un guión lleno de baches y por demás mediocre.
El protagonista Joel Kinnaman se cree su rol y lo desempeña eficazmente, a pesar de un traje digitalmente artificioso. Gary Oldman cumple, como siempre; mientras Michael Keaton no alcanza a ser "el" villano pero en cambio ofrece una composición natural y creíble.