El brasileño José Padilha realizó hace tiempo un gran documental llamado “Ónibus 174”. Después realizó un film fascista de acción, “Tropa de elite”, cuyo mayor problema no era el fascismo sino su falta de pericia para narrar acción. “Robocop”, remake del clásico satírico del gran Paul Verhoeven, es su primer film en los EE.UU.
Lo bueno es que se ve más o menos bien y algunos actores -especialmente Samuel Jackson- entienden de qué va la historia original. Lo malo es que se trata de una película inútil. Si Verhoeven, con un pesimismo absoluto, pintaba en 1987 cómo sería el mundo hoy y extrapolaba lo peor de la era Reagan sin ser aleccionador, Padilha hace lo contrario.
El humor y la sátira van por un camino (para que sepamos que se trata de “Robocop”) y lo político y sentimental van por otro, con un peso didáctico enorme. En ocasiones, Padilha quiere innovar en las escenas de acción y mostrar algo de estilo. Lo que logra es un batiburillo que mezcla ángulos o procedimientos “creativos” con la ramplonería más lisa y llana.
Poco queda de la fuerza expresiva del film original o de la diversión a mansalva de sus menos logradas pero estimables secuelas. En última instancia, habría que preguntarse por qué estos films vuelven a hacerse de manera anónima: las remakes solo funcionan cuando un artista usa la historia original como vehículo para su propio mundo, y el de Padilha es muy poco interesante, solo es violento.