Cuando hace casi treinta años se estrenó la primera “Robocop” con sus habilidades tecnológicas, parecía el primo rico de “El hombre biónico”. Hoy, cuando la policía de Nueva York ya está experimentando con los Google Glass para chequear en segundos información sobre sospechosos, los drones deambulan por los cielos de medio mundo, la robótica tiene su propia feria y es una de las industrias más prósperas, el híbrido Robocop parecía que no tendría mucho para sorprender. Y sin embargo lo logra. Lo hace en base a un enfoque renovado, más político y humano, con planteos éticos versus los instrumentales, y con un ritmo implacable, paralelo a la acción y a un despliegue de recursos digitales. El eje de la remake es una historia similar a la original: Alex Murphy, un policía honesto y eficiente es víctima de un atentado que deja a salvo solo algunos órganos vitales. La disyuntiva de los médicos es dejarlo morir o transformarlo en algo parecido a un robot. Mientras el plan de la compañía que logra esa sobrevida es programar sus aptitudes para que se desempeñe con eficiencia en la lucha contra el crimen, y de paso venderlo a la sociedad como una herramienta amable, el científico a cargo no tiene en cuenta que lo que queda de humano en Murphy puede arruinar sus planes. Y de paso dejar la puerta abierta para una nueva saga renovada.