El perro que quería ser rockero
La muy agradable sorpresa animada de 2007, Reyes de las olas, tenía dos directores. Uno era Chris Buck, que luego sería uno de los directores de Frozen, es decir, la mejor película animada de Disney y Pixar de los últimos cuatro años, la única memorable. El otro era Ash Brannon, que ahora dirigió, en solitario, Rock Dog, cuyo aspecto y comunicación general no prometían demasiado. Salvo, claro, para quienes habíamos chequeado el nombre del director. Y esta historia de un perro pastor de ovejas en una montaña nevada que conoce el rock y se quiere convertir en músico tiene mucho en común con Reyes de las olas, sobre un pingüino que quería surfear. La animación aquí es menos ostentosa, certera pero sin lujos extravagantes en los detalles. Los animales se mezclan alegremente, y se exhibe una notable variedad humorística y de ideas para resolver narrativamente varios lugares comunes de este tipo de relatos. Así, Rock Dog se destaca claramente entre los estrenos animados de las últimas temporadas. Son para celebrar, además de la liviandad y la falta de repetición narrativa -al revés que en Moana-, el nonsense de las ovejas y los golpes cartoon de los lobos, la sátira al rockerismo exitoso y ermitaño del gato, y unos cuantos chistes memorables (el robot que hace aflorar la culpa, el buey consciente de la cámara). Además, algunas de las (buenas) canciones permanecen en idioma original, sin riesgos de ser arruinadas por el doblaje. Entre los estrenos no es tan frecuente encontrar películas animadas así de felices.