De la Dama de Shanghái al perro de Shanghái
Se estrena aquí un día antes que en EE.UU., pero cuatro meses después que en China, este dibujo animado chino-estadonidense basado en el comic del rockero shanghainés Zheng Jun, ambientado en el Tibet. Cosas de la globalización, que ya no causan asombro. Tampoco lo causa la película, pero al menos es simpática.
En ella, un enorme mastín y su hijo protegen a las ovejas que viven en lo alto de la montaña. Los lobos acechan con aire de mafiosos rusos y tecnología de punta. No atacan, sólo porque el perrazo les hizo creer que cuenta con muchos soldados a sus órdenes. Pero apenas tiene unas ovejas tontas, y encima el hijo le salió rockero. Siguiendo sus sueños, el chico se va a la gran ciudad. Espera recibir lecciones del gran ídolo del rock, un gato millonario y misántropo. Hay varios enredos, humor, acción, lindas caricaturas del ambiente musical y gangsteril, asuntos dignos de Peter Capusotto y todo eso.
Ahora, como es una película para chicos, no hay sexo ni droga. Pero tampoco rock & roll, sólo música pop con un tema gratamente dulce y una banda multiétnica: zorrita bajista, chivo baterista. En la historieta original, "Tibetan Dog Rock", eran todos perros. Unos empresarios chinos decidieron llevarla al cine. Ash Brannon ("Reyes de las olas") entró como asesor y la terminó dirigiendo. En la adaptación adocenada "a la americana" entraron los libretistas de "Dos pavos en apuros" y cosas de ese nivel. Lástima que no entró un especialista en el dibujo de pelos al viento, lo que hubiera sido ideal para los mastines tibetanos. Igual quedan simpáticos. En verdad, todos los personajes caen simpáticos, inclusive los lobos. Música de Rolfe Kent.