Más animación familiar, esta vez con un sello muy particular. Las orientales Mandoo Pictures y Huayi Brothers se unieron para una realización basada en la novela gráfica china, "Tibetan Rock Dog" del artista Zheng Jun.
Ellos ponían la logística y los americanos, el desarrollo de animación (Reel FX, los que hicieron "The book of life"). Los contactos de las compañías hicieron que en la versión internacionnal las voces sean de consagrados en Hollywood tales como Luke Wilson, Eddie Izzard, J.K. Simmons, Matt Dillon y Sam Elliot, con la intención de una mejor distribución a nivel global. Suena loco, y verán, que si bien la historia está situada en China, hay mucho texto en inglés en los carteles de cada ambiente.
Más allá de eso, es otro intento (como los sudafricanos de Triggerfish, por ejemplo de la que han llegado muchas cintas a nuestras tierras como "Khumba" y "Zambezia") de terciar en un mercado que mueve mucho dinero año tras año. Las majors hollywoodenses cuestan entre 60 y 120 millones de dólares. Pero recaudan entre tres y seis veces su presupuesto inicial. Es un mercado tentador para nuevos jugadores. La pregunta siempre termina en el mismo lugar: ¿se puede competir desde la calidad del producto con menos dinero?
La respuesta hoy es poco alentadora. Por algo las grandes compañías de animación invierten lo que invierten. Hay muchos detalles para enfrentar una producción de este estilo y nada puede ser dejado al azar. Ni las texturas, ni la banda de sonido, ni el argumento (que debe incluir muchos guiños a los adultos que acompañan en sala) deben tener falencias porque el recorrido comercial del proyecto, se derrumba inexorablemente.
Pero venimos a hablar de "Rock dog". Ya saben, los productores querían alguien con experiencia y les recomendaron a Ash Brannon, ex-director de Toy Story 2. La cosa es que este ensamble de capitales orientales con gente de la industria occidental es un experimento que habrá que replantearse. Quizás la unidad de criterios en este tipo de films atente contra el resultado final.
Algo así siento que pasó con "Rock dog". Esta es la historia de un perro llamado Bodi, un mastín tibetano (jugado por Wilson en la versión en inglés), que se encarga de cuidar una población de ovejitas de los lobitos malos. No es un trabajo muy divertido... pero es. Digo, en esa zona no parece haber demasiadas ofertas laborales. Bien, la cosa es que la vida es muy aburrida allí (o no, que se yo) hasta que una radio cae del cielo y todo cambia.
El pibe se obsesiona con una estrella del rock y se manda a la gran ciudad a conocerlo y volverse un rock star. Allí dará con su nuevo ídolo y verán la manera de abordar sus diferencias musicales y filosóficas. Porque ya saben, la música y el ritmo, se llevan en el corazón. La cinta tiene algunos puntos que suman y otros en los que no termina de hacer pie.
La banda sonora es divertida, los gags físicos están bien logrados y el clima en la ciudad (si bien emula lejanamente a "Zootopia"), funciona. En el debe, las texturas no me gustaron, el guión me pareció demasiado esquemático y esperaba algo más rocker y menos tradicional. Ya la historia a priori era loca, ¿o alguien se imagina un mastín tibetano tocando rock? Pero no. El film es convencional y correcto, y el público menudo reacciona con algo de simpatía y algunas risas.
Entretiene, pero le falta fuerza para jugar en las grandes ligas. No basta con traer buenos jugadores, decía mi papá, además, hay que saber hacerlos jugar en equipo. Ese consejo fue para los productores muchachos. Y no se los cobro.