La esperada biopic basada en la vida de Elton John, "Rocketman", de Dexter Fletcher, despliega una gran emotividad para narrar la historia de un artista con un espíritu muy personal. Las comparaciones son odiosas, pero desde que se anunció este proyecto, casi a la par que fue anunciado el inicio de rodaje de "Bohemian Rhapsody", las especulaciones entre ambas abundaron.
Dos biopics, basadas en músicos provenientes de Inglaterra, de gran popularidad entre los ’70 y los ’80, estrafalarios, íconos pop, e íconos de la cultura LGBT+. El film sobre Freddy Mercury estrenado en noviembre del año causó tantos adeptos como críticas y polémicas, y no sólo por los problemas penales en los que justo se vio envueltos su director Brian Synger acusado de abuso sexual a menores.
Por un lado se convirtió en un éxito inmediato y se llevó varios premios de la Academia, además de reinstalar la música de Queen en el top de los charts.
Pero no pocos le criticaron la liviandad y frialdad con la que se trataron varios temas, y el modo en que algunos asuntos fueron dejados de lado voluntariamente. ¿Caería "Rocketman" en lo mismo? Lo primero que habrá que tener en cuenta, y marcará diferencia. Freddie ya no está entre nosotros, y la película fue hecha con la asesoría (y el dinero) de los otros miembros de la banda, más conservadores.
En "Rocketman", Elton está más vivo que nunca. Las luces iluminan la pantalla, las puertas se abren de par en par, y una figura fulgurante ingresa, Elton (Taron Egerton), enfundado en un llamativo catsuit de lycra naranja, con piedras rojas simulando llamas, un gorro con cuernos diabólicos haciendo juego, y los infaltables anteojos: rojos y con piedrecillas en los marcos. No hay dudas de que es Elton.
Así ingresa a una reunión de adictos en recuperación, se siente, y los demás pasan a segundo plano, a escuchar. Elton tiene algo para decirnos, y para eso, va a rememorar su vida. Rocketman se enfunda en un esplendoroso realismo mágico muy acorde con la figura homenajeada. El pasado se entremezcla con el presente, como visitas que vienen a dar un alerta; se estructuran coreografiados cuadros musicales; abundan los colores y el brío; podemos flotar, y reír sin parar.
¿No sería más feliz la vida si fuese un colorido musical? Elton se remonta a su infancia, cuando todavía era Reggie Dwight (Matthew Illesley), y ahí comenzamos a sentir el fuerte peso de esos padres.
El matrimonio de Stanley (Steven Mackintosh) y Sheila (Bryce Dallas Howard) no funciona, y las aventuras de ella, forzarán que él los abandone y pierda contacto con un Reggie al que nunca le tuvo afecto. Reggie pasa a vivir sólo con su resentida madre, y su adorable abuela; y salir adelante no le será sencillo. Apenas se tiene a él, y al piano.
Con constantes vueltas a esa ¿imaginaria? reunión de adictos en recuperación a modo de capitulación, "Rocketman" nos irá mostrando su dura adolescencia, su ingreso a la música llevado por el ritmo beat y los bares; y cómo la música fue la que lo liberó y encontró dentro de él a ese Elton escondido. También la música será quien le haga cruzarse en el camino con Bernie Taupin (Jamie Bell).
Aquí está la gran diferencia con "Bohemian Rhapsody", y en donde "Rocketman" le gana ampliamente. Este es un film sobre ser uno mismo, sobre la lucha por no esconderse, sobre encontrar los verdaderos afectos, aquellos que comprendan que uno es lo que es, y que eso no debería coartarnos. "Rocketman" también es un film sobre el amor, pero no sólo el amor de una pareja. La relación entre Elton y Bernie atraviesa toda la película, es en buena parte su motor.
Dos amigos que se encontraron circunstancialmente, y la música los hermanó. Bernie no es sólo el letrista, es su hermano del alma, su atención, el afecto que tanto Reggie/Elton buscaba.
Elton es una figura ardiente, avasallante; pero adentro sigue estando ese Reggie que solo quiere que lo acepten, que lo quieran, y no le hagan más daño. En esa búsqueda desesperada por el amor cometerá errores, y también caerá en las manos equivocadas. También abrazará las adicciones de todo tipo para evadirse. Volviendo a las comparaciones.
Mientras que "Bohemian Rhapsody" es un film culposo, que trata de ocultar lo más posible la homosexualidad, y cuando ya se hace imposible le adjudica todas las desdichas de Freddie; "Rocketman" lo vive con la frente en alta. Elton es gay, y trastabilla emocionalmente, como nos puede pasar a cualquiera que no es aceptado, pero en ningún momento se plantea que su sexualidad es la que lo llevará a una vida de soledad. No, el rechazo es sólo responsabilidad de quien rechaza.
No todas las canciones se presentan a modo de cuadros musicales que relatan la vida de Elton, algunas simplemente están, y la amalgama entre ambos estilos es perfecta. Los cuadros son precisos, aunque nunca llegan a tener un peso suficiente como para marcarnos y dejarnos tarreando y bailando durante días al terminar la función.
Elton persona es más importante que Elton músico para "Rocketman".
Taron Egerton logra una gran composición de Elton John. No busca algo mimético, se mete dentro de sus sentimientos, lo vive, y se expresa como él. Su interpretación levanta aún más el film. La química con Bell es brillante, se sienten como hermanos, y Bell ya se ha probado en musicales con mucha solidez. El resto de los secundarios también es exquisito, con especial destaque de Bryce Dallas Howard. Dexter Fltcher es una elección muy correcta como director.
Su labor siempre se ubica detrás de todo el armado de la película, y el director de "Eddie The Eagle", está acostumbrado a los films soleados, cálidos y potentes. El detalle en la reconstrucción es sorprendente, y queda plasmado en una secuencia de créditos final comparativa. Todo el glamor y lujo british con que se lo asocia a Elton está ahí. Sumado a un montaje tan vibrante como la sólida edición de sonido.
"Rocketman" es un film que sabe de lo que habla. No es sólo la biopic de un gran ícono pop, es un film cálido, con un mensaje de integración capaz de emocionar, y con un corazón tan enorme como el del artista. Elton John se merecía este homenaje, y los espectadores podemos celebrar la libertad de poder encararlo.