El sol no se pone sobre ella.
Tras el pleno de Bohemian Rhapsody lo tenía difícil otro mito del pop-rock inglés como Elton John para que su biopic destacara y no perdiera todas las batallas en el mar de las comparaciones a las que inevitablemente se someterá. Pero Rocketman consigue desmarcarse de su predecesora para también contar un relato sobre la fama con una voz propia. Si el film de Queen seguía un estilo más académico, observando el interior de la banda y de Mercury que, pese a vestirse de personal, terminaba resultando externo al tirar por los caminos de la hagiografía y tocar la polémica con la punta de los dedos, en esta ocasión Dexter Fletcher (codirector de Bohemian Rhapsody tras el despido de Bryan Singer, no olvidemos) rebaja la solemnidad y la pulcritud para entregarse a una propuesta más desinhibida y extravagante como el estilo del pianista.
Fletcher pone la cámara y la narración al servicio del mismo John, en una obra en la que innegablemente vemos el sello del intérprete, donde convergen el sentido del espectáculo, el barroquismo y el colorido con una confesión, filtrada como en toda obra, pero confesión, a fin de cuentas. Fletcher y John, en lugar de seguir un patrón informativo puramente clásico, apuestan por el juego, en el que la historia es narrada desde el recuerdo y la emoción, no desde el rigor. No esperen una biografía a rajatabla del cantante, ya que abundan los anacronismos –como bien también pasaba en Bohemian Rhapsody, solo que allí pretendían hacerlos pasar por buenos para que la trama trazada por los greatest hits cuadrara-, tómenlo como una crónica vital explicada por John a través de los artefactos del espectáculo, su medio natural, y todo lo que conlleva.
Porque Rocketman es una declaración construida desde la idealización del recuerdo –no en vano, el film es un gran flashback de John desde una terapia de grupo en los años 80-, en la que las memorias no son plasmadas fielmente, sino a través de los sentimientos suscitados desde una revisión en el presente. Fletcher, John y Lee Hall (guionista) plantean la obra como una reminiscencia de episodios descritos emocionalmente mediante sus canciones –de manera más o menos adecuada-, siempre con la consciencia de la representación que permite el género musical. Y es en el llamativo uso narrativo de la coreografía musical donde se imprime lo excéntrico de la personalidad como John, suponiendo el gran acierto de Rocketman.
El punto de vista de la película permite convertir un habitual relato del ascenso al estrellato en una expiación pecaminosa donde John, sin pudor alguno, no escatima en desvelar sus adicciones, tormentos sexuales y traumas familiares de forma más bien autocomplaciente, siempre desde el filtro de la representación, claro. Aunque su trasfondo psicológico es un tanto superficial, este queda redimido por la falta de condescendencia y la sinceridad en su tratamiento, donde la música siempre tiene la última palabra. Arriesgado también era consagrar la interpretación de temas como Tiny dancer, Your song o Honky cat a una voz ajena a la de John, pero la entrega de Taron Egerton da sus frutos, ofreciendo la viva imagen joven del intérprete sin dejarse llevar por la imitación. Le siguen a la zaga Bryce Dallas Howard en la piel de su madre y un notable Jamie Bell como su media naranja artística, Bernie Taupin, forjando a partir de su compenetración una amistad incondicional correctamente apuntada, pero a la que se le echa en falta una indagación más profunda en la vertiente creativa.
Con pocas ínfulas pretenciosas, pero bien facturada, Fletcher es capaz de confeccionar algunos números musicales realmente inspirados, como el del título homónimo, desarrollados con fluidez, pero es de lamentar no contar con una gran actuación en estadio –más allá del preludio de su poder escénico en el momento Crocodile rock-, con la que poder contemplar lo que, al final, acaba cautivando al público. Pese a sus defectos y no llegar al espacio exterior, Rocketman acaba manteniéndose en pie con firmeza ante todo lo que a priori podía tener en contra, como el mismo Elton. No hará falta que alguien le salve la vida esta noche, otra vez.