Rocketman: Lujo y delirio de un solitario divo.
Esta biopic sobre Elton John bien podría ser un gran espectáculo de Broadway. Es un musical con un frenesí exagerado y una emotividad que toca las fibras más delicadas. Taron Egerton canta, baila y actúa con una energía desorbitante.
Utilizando como eje principal una sesión de AA o Adictos a cualquier sustancia/actividad, Elton va narrando su maravillosa carrera musical y sus terribles traumas de toda la vida, presentándose como “adicto al alcohol, a la cocaína, a las pastillas recetadas, a todas las drogas, al sexo y a las compras”. A partir de esa primera escena, el protagonista se mezcla en situaciones reales y oníricas en las que los personajes de su vida (incluso su YO infantil) hacen un número musical fantástico, contando el motivo por el que llegó hasta ahí.
La película narra la historia de ese joven multimillonario que debió luchar contra su familia, y los fantasmas que le quedaron; la timidez, la soledad y los prejuicios por la potencia de su presencia extravagante que, antes de un gran show, decide correr a internarse en una clínica de rehabilitación. Desde allí, empieza el relato de su infancia caótica, su talento, su éxito y sus golpes en la vida. Hasta ahí llega. No tenemos al Elton de la actualidad, sino que termina en el momento de la primer escena donde se interna para rehabilitarse de sus adicciones.
Todo está contado desde el punto de vista del artista, lo que le da un valor añadido ineludible (además del hecho de estar vivo y seguir siendo un ídolo), ya que pareciera que él mismo hubiese escrito el guion para colocar a todos su alrededor en su contra y así ser víctima de su autodestrucción. Quizás a la película le falta un poco de autocrítica sobre el propio artista ya que sus problemas son por culpa de otros. Todo es a partir de sus traumas: el padre, la madre, su pareja, su homosexualidad.
Dexter Fletcher es el encargado de llevar la vida de Elton John al cine, luego de haber sido quien terminará “Bohemian Rhapsody”, tras el despido de Bryan Singer. Son 2 películas diferentes que no debieran ser comparadas. “Rocketman” es un producto completo, consistente con su objetivo: mostrar al artista británico, a la persona sufrida detrás del artista, y realzar su música.
La verdadera estrella de “Rocketman” es su protagonista. Taron Egerton ha demostrado que le sobra nivel de actuación, carisma y canto. Todo se ve muy bien exprimido por el actor que aprovechó esta oportunidad al máximo. Cada escena es jugada, tiene un coraje enorme para la interpretación del divo. Además, se destaca la química que Egerton tiene con sus compañeros de elenco, sobre todo con el personaje de Jamie Bell (Bernie Taupin), letrista de Elton John y mejor amigo desde sus comienzos. Su amistad es lo más conmovedor de la película.
Esa vida de excesos se muestra en detalle, pero muy cuidado al estilo Hollywood, el desayuno con alcohol, la cocaína hasta que sangre la nariz, el sexo gay. Hablando de ello, esa escena en la que Elton y John Reid (Richard Madden) se desnudan en la cama, entrelazando las piernas es, sin duda, una de las mejores de la película.
Loable es que se utilizan a los propios actores como intérpretes de las canciones, no sólo a Egerton, sino el pequeño Elton, su madre, su padre, su abuela, su manager, el escritor de sus letras. Todos cantan y actúan. Es cierto que es en formato musical, pero no solo en cuanto a ver al protagonista tocando sus emblemáticos temas, sino a escenas coreográficas narrando parte de la trama en formato musical. Las canciones no siguen la cronología real pero se adaptan perfectamente al relato.
Para los fans de Elton, es un espectacular repaso de éxitos: “Saturday Night’s Alright”, “Tiny Dancer”, “Your Song”, “Sorry Seems To Be The Hardest Word”, “Goodbye Yellow Brick Road”, “Tiny Dancer”, “Your Song” o “Crocodile Rock”. Y esto con los brillos, plumas, zapatos de colores y gafas extravagantes que merecen. El trabajo de vestuario es de primerísimo nivel.
“Rocketman” es una película potente, biopic en forma de musical, donde se muestra al británico Elton John en todo su esplendor y en la caída más profunda. No se esfuerza por disimular la homosexualidad, sino que se toma como algo natural y lo convierte en un tema importante en la historia. Egerton no se limita a “imitar a Elton John” sino que traspasa todo límite interpretativo, con un arco que va de lo más ridículo a lo más dramático. Es una historia gay, extravagante al máximo, casi al punto del delirio en algunos casos, que hace emocionar y al mismo tiempo cantar o bailar esos temas que (sorpresa) muchos espectadores no sabrán que son suyos.