La vida en un piano
Resulta curioso que, con muy pocos meses de diferencia, se hayan estrenado dos biopics acerca de dos de las leyendas más importantes del rock/pop británico. Y que encima su director, Dexter Fletcher, haya estado involucrado en ambas (Fletcher reemplazó a Bryan Singer en la dirección de Bohemian Rhapsody a dos semanas de terminar el rodaje) es más que llamativo a la hora de la inevitable comparación.
Porque si bien la película de Queen yacía convenientemente en la magistral figura de Rami Malek como Freddie Mercury, el resto del grupo tenía el suficiente protagonismo para que el film no se convirtiera únicamente en la biografía del cantante. En este caso, lógicamente Rocketman gira alrededor de la épica de Elton John en su camino a convertirse en uno de los artistas más exitosos de la historia de la música, sin embargo, la interpretación de Taron Egerton no solamente se mimetiza increíblemente con su alter ego real, sino que también pone su voz para que la encarnación del Elton real no dependa en gran parte del trabajo de post-producción.
Fletcher propone una impronta distinta y más despreocupada de la historia de Elton que ya se podía saber por reportajes y entrevistas. Desde su infancia como prodigio – cuando todavía se llamaba Reginald Dwight – y la problemática relación con sus padres (Bryce Dallas Howard y Steven Mackintosh), quienes lo trataban con una crueldad casi caricaturesca, hasta el encuentro con su mejor amigo y socio por el resto de su vida Bernie Taupin (Jamie Bell), y luego la llegada vertiginosa de la fama y el espiral autodestructivo de drogas y adicciones que casi lo dejan al borde de la muerte, todo se muestra desde una perspectiva teatral, que por momentos es un musical y por otros un viaje alucinógeno por los traumas del protagonista. Algo que fácilmente se aleja de la solemnidad y el realismo que podían sugerir algunos episodios trágicos de la vida del artista británico, pero que en definitiva termina siendo un trayecto más orgánico y alineado con la personalidad de Elton John y sus exóticas presentaciones, por más que en determinados momentos caiga en los cliches propios de todo artista conflictuado.
Incluso cuando se aborda su sexualidad, la película se presenta menos desprejuiciada y más directa que Bohemian Rhapsody, por poner el ejemplo más directo. Es así que la relación tóxica y pasional de Elton y su representante John Reid (Richard Maden) es mostrada sin tantos tabúes ni vueltas, más allá de los prejuicios de la época, antes que andar insinuando problemas existenciales como sucedía con Freddie Mercury. Aquí, Elton John se asume homosexual desde un principio y no existen reparos para convertirlo en una característica más de su persona.
Gran parte de esta naturalidad se debe a la sensacional interpretación de Taron Egerton a la hora de personificar con soltura la extravagancia del artista en los escenarios, pero también para exponerse inseguro y depresivo en sus peores momentos. Su sensibilidad en cámara se suma al acertado uso del extenso repertorio de canciones disponibles para cada momento de la vida del músico, con Goodbye yellow brick road como cortina latente para acompañar la búsqueda de redención que recorre toda la película.
Rocketman se nota como el resultado de la gran devoción que existe por parte del director Dexter Flechter y su equipo para homenajear al ícono británico, lo que les da la libertad de agregar todo tipo de guiños y detalles con vestimentas, diálogos y situaciones que luego son representadas mediante fotografías reales en los créditos. Incluso en las secuencias más oscuras, relacionadas con las drogas y el suicidio, la presencia de Egerton y la puesta en escena de Fletcher hacen que se sienta una historia cercana y cálida. Algo que trasciende al interés personal que pueda existir por la carrera de Elton John, haciendo al film una experiencia disfrutable por el simple hecho de ser una historia bien contada.