Un cohete que no se estrella.
El director Dexter Fletcher, que estuvo a cargo de completar la filmación de la fallida Bohemian Rhapsody luego de que Bryan Singer debiera abandonar la dirección tras las acusaciones de abuso, ahora se pone detrás de cámara para contar la historia de Elton John. Muy lejos de los resultados que tuvo la biopic sobre el líder de Queen, el film dedicado al extravagante músico británico se sostiene por muchas más razones que la mera música del artista. Gracias a la interpretación de Taron Egerton que se pone en la piel y la voz del cantante, la historia del hombre, el músico y el adicto se siente como una celebración y mirada respetuosa sobre el talento y maldición del mismo.
A nivel narrativo, el film funciona como un largo flashback relatado por Elton en una reunión para adictos. El mismo se describe como adicto al alcohol, la cocaína, la marihuana, el sexo y demás excesos. Y si bien dentro de este género de films muchas veces solo se pasa a narrar retazos de los eventos más importantes de la figura en cuestión, aquí esto se da de una forma que se siente mucho más natural y progresiva al estar hilada a través de muchos de los temas de Elton que se encuentran dispuestos para servir como reflejo de los distintos sentimientos y situaciones que formaron a su persona, todo ello acompañado por una importante presencia en escena del género musical que brinda una colorida variedad de escenarios y coreografías, resonando en pantalla con cierto encanto de los musicales de la vieja escuela.
Esta dinámica sobre la que se basa la narrativa hace que cada escena y momento relevante del artista se vea cargado del carisma y la excentricidad del mismo, desenvolviéndose como si cada situación vivida fuera un aspecto que vibra de su personalidad. La labor de Taron Egerton resulta excepcional al destacarse en todos los frentes que debe cubrir como protagonista, ofreciendo pruebas de sobra el talento para la actuación y el canto que posee, sin necesidad de recaer en la imitación (Rami Malek, guiño guiño). Así, el film decide centrarse en la vida de Elton celebrando su talento pero no idealizando su imagen o glorificándolo, sino abordando sus sentimientos y las complejidades de su identidad para lograr entender la carga y las disconformidades de ser una estrella y de no haber sabido encontrarse a sí mismo.
A medida que la trama avanza, y con ello pasamos de los primeros pasos en la música de Reginald Dwight (verdadero nombre de Elton), incluyendo el desafecto de sus padres hasta alcanzar su grandioso éxito una vez que debuta internacionalmente en Estados Unidos, se puede atestiguar como poco a poco se va despojando de toda la parafernalia que lo rodea. En un comienzo, y siguiendo la lógica de que la imagen artística de Elton siempre ha sido acompañada por un excéntrico uso de su vestimenta, lo primero que vemos en pantalla de él es su llegada a la clínica utilizando un traje de un demonio alado con un fuerte tono naranja. Pero una vez que el espectador conoce más de su vida, y especialmente esa idea de matar a la persona que alguna vez fue en su juventud y convertirse en otro para alcanzar el éxito, el personaje comienza a desprenderse de cada prenda de su traje. El director, a su vez, desnuda al protagonista al mismo tiempo que expone las razones de la verdadera identidad que se esforzó en ocultar y disfrazar Elton John para enterrar a Reginald Dwight.
El relato rodea al personaje principal de las personas que funcionaron de apoyo y castigo en su vida, dando un lugar de importancia co-protagónica a la fuerte relación de amistad y trabajo que formó junto a Bernie Taupin (Jamie Bell), quien compuso las letras de su discografía desde el comienzo hasta la actualidad, además de una de las pocas personas que llegaron a conocerlo y comprenderlo realmente. La forma en que está retratado el fuerte vínculo y la colaboración de ambos permite que el film no solo se preocupe por la figura de Elton, sino de brindar crédito e importancia a la persona que es tanto parte de él como de su música, algo que se transmite desde lo actoral por parte de ambos actores y que encuentra su puntó máximo en los momentos donde Elton crea la música que acompaña las sentidas letras de Bernie, como es el caso de la composición de temas como Your Song, o la forma en que la presencia de Tiny Dancer o el propio tema Rocketman contextualizan a través de la música el sentimiento de perdición y soledad del personaje.
A pesar de estos logros, el film no puede evitar caer en algunos lugares típicos de las biopics como es el caso de una rápida edición que funciona como elipsis del ascenso artístico del protagonista o algunos diálogos discursivos que se sienten forzados en la boca de los personajes, subrayando su propósito más de lo que deberían. No obstante, es la sentida honestidad que deconstruye la imagen más conocida de Elton John para entender el sufrimiento del hombre detrás de ella lo que hace que también se aparte de muchos de los lugares comunes de las biopics. La fuerza de las escenas musicales que se perciben y disfrutan como una fiesta tienen su lado más oscuro en el discurso y la introspección que significan para el protagonista, dando como resultado un balance bien logrado digno de ser mirado, escuchado y, por supuesto, cantado.