A los quesos por su nombre
Como si fuese un Harry Potter en una versión más inocente y hecho ratón, el pequeño Edam, un aprendiz de mago, protagoniza junto a sus amigos una road movie que recorre paisajes urbanos y naturales para hallar el diente de una princesa. ¿Una versión aventurera y animada del Ratón Pérez?
Ese diente es la llave mágica para salvar Rodencia -el pueblo donde viven los ratones- del acoso del demoníaco Rotex, el rey de las ratas que cabalga a una serpiente. El, junto a su ejército del inframundo, buscará apoderarse del mundo de los ratones y, luego, dominar a la raza humana.
Un importante condimento de este filme (que ganó el premio a la mejor película Infantil en el BAFICI 2013) es la magia, que no está en los objetos, “sino en los corazones, por eso la magia de Rotex es negra”, dice Blue, el mayor mago ratón de Rodencia.
Otro rasgo peculiar del filme es que los protagonistas tienen nombres de diferentes tipos de quesos: el protagonista Edam, el valiente Roquefort, su aliado, el gordinflón Gruyere, y la celosa y corajuda Brie, fiel admiradora de Edam, quien guarda un gran secreto.
Los diálogos y escenas (con una animación más que lograda, aunque sin profundizar en los rasgos y detalles) posee su toque criollo, como las tonadas de dos de los guardias. O cuando, en medio de la travesía, los ratones se preguntan: “¿Qué extraño fruto será éste?”, al ver una pelota de fútbol y estar “entre gigantes” (humanos) en medio de un “picadito”.
El asombro es una constante en Rodencia y el diente de la princesa, que busca atrapar la atención de un público no mayor a los 10 años. Las situaciones de confusión y el humor infantil son los pilares.
La acción es inmediata, el suspenso casi está ausente, y se peca de saltar muchas veces -de una situación a otra- sin coherencia temporal. Un montaje abrupto genera una forzada dinámica de acción.
La lucha “luz versus oscuridad” y los hechizos, con disímiles resultados, engarzan una linda historia para comerla de un bocado.