Tobruk en el espacio. Así se podría definir a Rogue One: Una Historia de Star Wars. Aquí hay otro renegado rescatado de las filas enemigas y puesto al mando de un comando suicida. Y mientras que en el filme de Rock Hudson la misión era infiltrarse en una base nazi en el norte de Africa para volar unos vitales depósitos de combustible, acá el propósito es mas modesto pero no menos peligroso: entrar de incógnito a una base imperial y obtener los planos de la Estrella de la Muerte - la superpoderosa estación orbital construida por el Imperio y diseñada por el padre de la protagonista -, la cual posee un defecto estructural que la vuelve vulnerable. Oh, sí, la tobera torpedeada por Luke Skywalker al final de La Guerra de las Galaxias no era el fruto de un grupo de mediocres contratistas imperiales sino una falla creada a propósito por el ingeniero que había diseñado la Estrella de la Muerte, un individuo sediento de venganza contra aquellas fuerzas opresoras que habían diezmado su familia y que lo habían separado de sus seres queridos durante décadas. Al mejor estilo Robert Oppenheimer, al creador del destructor de mundos le vino una crisis de conciencia y se le ocurrió ponerle un switch para destruirla. Ahora nuestros héroes deben ir a buscar los planos de la estación orbital - los que incluyen un gran círculo rojo que dice "destruya aquí" - y pasárselos a la princesa Leia para empalmar con la mitología que todos conocemos desde 1977. Y si bien los resultados están cantados (sabemos que Darth Vader y el Grand Moff Tarkin sobrevivirán, y que los planos serán obtenidos por la Rebelión), lo que desconocemos es el método y el costo para concretarlos. Es allí en donde Rogue One: Una Historia de Star Wars pega el gran salto y se diferencia del resto de las entregas de la franquicia. No sólo porque se trata de un universo sin Jedis, con escasos creyentes en la Fuerza, y en donde el Imperio viene ganando; sino porque, además, los héroes son ultraviolentos, ya sea matando a traidores por la espalda o torturando a enemigos con tal de sacarles algo de información (lo cual convierte a Rogue One en una especie de Zero Dark Thirty en el espacio, amén de tener unas curiosas connotaciones raciales que sólo el ingenio de Kevin Smith pudo descubrir - los héroes forman un grupo multiétnico enfrentado a un masivo ejército de supremacistas blancos -). Digo: todos estos tipos están a miles de años luz de la estatura moral de un Han Solo (que era, de entre los héroes clásicos de la trilogía original, el que tenía antecedentes mas turbios). Es una postura tan radical y diferente que no sólo le da personalidad propia sino que pone a Star Wars a un nivel mucho mas adulto y realista. Ello hace que la diferencia de visión entre el original de 1977 y Rogue One sea tan abismal como comparar a Superman (1978) con Batman, el Caballero de la Noche (2008).
Y mientras que Rogue One es intensa y adulta, en donde la pifia Gareth Edwards es en los detalles: hay un par de malas elecciones de casting, una primera hora demasiado burocrática, un personaje digital que no termina de convencer y un grupo de héroes que (salvo dos o tres excepciones) no emociona. El sentido dramático de la historia termina matando su carisma (también es cierto que el libreto está demasiado entretenido con los detalles de la trama como para desarrollar estos personajes como corresponde). Si usted esperaba un momento para vitorear y aplaudir de pie a estos héroes (como cuando Rey tomaba el sable láser con el poder de su mente al final de El Despertar de la Fuerza), olvídelo; a cambio de eso el guión le ofrece una ponchada de nostalgia - toneladas de cameos de la primera Star Wars; latiguillos usados en otros filmes; la presencia de un Peter Cushing digitalizado; el regreso totalmente bad ass de Darth Vader; un ensamble casi impecable con el inicio del primer filme de la saga - que compensa, a medias, la falta de personalidad de los protagonistas. Al menos Donnie Yen y Wen Jiang rebosan carisma y Alan Tudyk comete un par de genialidades con su robot imperial cínico y desobediente, pero poco se puede decir de la dupla protagonista. En el caso de Diego Luna, el mexicano está sorprendentemente bien (y hasta le daría una película a él solo), lástima que el libreto ha decidido castrarlo para darle tiempo de pantalla a Jyn Erso... la cual falla miserablemente en manos de Felicity Jones. La inglesa no sólo carece de misterio - ¡es la hija ladrona de un ingeniero imperial, por Dios Santo!; ¿cómo pasar desapercibida con semejante background? - sino que su rango dramático se limita a dos expresiones: abrir bien grande sus ojos (sin siquiera pestañear) o llorar como una Magdalena. Cuando da un discurso inspiracional a sus tropas, lo suyo es tan chato como cuando la cajera de McDonalds pide un Big Mac sin pepinillos. Cualquier otro tipo del cast - Luna, Yen, Jiang, hasta el piloto imperial arrepentido - tiene mas rango y espaldas para cargar la pelicula sobre sus hombros que Jones. Aquí no tuvieron la misma suerte que cuando reclutaron a Daisy Ridley; la Jones es, cuando sumo, adecuada y dista mucho de ser mínimamente memorable.
Y si de malos castings hablamos, el otro ofensor de los sentidos es Ben Mendelsohn. El tipo ha construido su carrera interpretando a viciosos y vagos retorcidos pero no le da el cuero para hacer de malvado con clase (¿por qué no pusieron a Mads Mikkelsen directamente en ese papel?). Hace morisquetas, grita, se la pasa enredándose con su enorme capa y está mas cerca de Heinz Doofenshmirtz que de Moff Tarkin. Su presencia es artificial, simplemente figura porque el libreto precisa un malvado descartable sobre el cual nuestros héroes puedan descargar su ira y matar sin afectar la continuidad de la mitología original.
Pero Jones y Mendelsohn no son las únicas perfomances discutibles del filme. Está la versión digital de Peter Cushing (fallecido hace mas de 20 años), la cual podrá ser un prodigio de los efectos especiales pero resulta altamente distrayente. No se mueve como una persona, no se ve como una persona. Es un personaje salido de un videojuego al cual mezclaron con actores y se nota. Digo: los FX pueden crear una abominación estrafalaria como Jar Jar Binks y hacerla creíble, pero aún faltan años para generar un humano digital (o un doble con una cara digital sobreimpuesta) que se vea real (tampoco se veía natural en Terminator Genisys con la versión joven de Arnie, y eso que Schwarzenegger aún está vivo y puede prestarse para todos los ángulos de cámara posibles). Para colmo el libreto le da un montón de escenas - no un simple cameo -, lo cual es irritante. Lo hubieran resuelto de otra forma, sea con otro tipo inundado de maquillaje, creando otro personaje que bardeara a Mendelsohn sobre sus retrasos en la construcción de la Estrella de la Muerte, o hubiera tomado esta misma figura digital y la hubieran reducido a un cameo de un puñado de segundos sobre el final. Pero no; insistieron en darle un cuarto de filme y la falta de naturalidad del engendro termina siendo insoportable.
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Es una lástima que estos detalles mellen la eficiencia de Rogue One - el otro es la diluida banda sonora de Michael Giacchino, la cual sólo resucita cuando recrea alguno de los temas inmortales de John Williams -. Digo, es una cuestión de actores mas que de historia o narración. El clima de tensión está logrado, los efectos especiales son impecables, hay una masiva batalla espacial que no tiene nada que envidiarle a la batalla de Endor de El Regreso del Jedi (y que está rodada con el mismo pulso de la trilogía original en vez de ser una abrumadora orgía de efectos especiales como George Lucas habia vomitado en el inicio de La Venganza del Sith), la historia es inteligente (aunque algo burocrática en la primera mitad), y el filme se asoma como muy superior a lo esperado (¿quién no pensó que se trataba de algo hecho a las apuradas como para sacarle una ponchada de dólares a los fans mas nostálgicos?), el cual hubiera sido impecable de no ser por los detalles antes mencionados. Es una lástima que Rogue One: Una Historia de Star Wars sea un filme tan brillante como imperfecto, ya que por fin alguien se animó a salir de la sombra de George Lucas para probar algo que no sea un mero regurgitado de historias ya contadas en la franquicia (como El Despertar de la Fuerza), amén de animarse a ser sombrío y dramático... terminando por generar un blockbuster totalmente inusual para la venerable saga.