“Rogue One: Una Historia de Star Wars”, la guerra es por ser parte de la saga
Jyn Erso (Felicity Jones) es una joven impetuosa y desafiante que está a punto de prestarle sus servicios a la Alianza Rebelde. Es que Jyn es la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), un científico brillante que, cuando ella era chica, fue reclutado en contra de su voluntad para que sea el encargado de construir la Estrella de la Muerte.
Asesinada su madre, la niña fue criada por Saw Gerrera (Forest Whitaker) el líder de una facción que lucha contra el Imperio pero que a la vez no cree en utilizar los mismos métodos que los rebeldes. Y justamente él es quien tiene en custodia a Bodhi Rook (Riz Ahmed), un piloto de carga que trabaja para el Imperio pero que se convierte en desertor, y que tiene un mensaje de Erso sobre el arma más poderosa del universo y cómo poder destruirla. Es por esto que Jyn es interceptada por el Capitán Cassian Andor (Diego Luna) y su androide K-2SO (Alan Tudik), un guardia de seguridad imperial reprogramado para serle fiel a la Alianza, para que los ayude a poder llegar al piloto y su preciada información.
No a poco de llegar allí, las cosas se complican en grande con la aparición de la Estrella de la Muerte y Jyn, Cassian, Bodhi, más Chirrut Îmwe (Donnie Yen), un monje ciego y hábil guerrero y su fiel amigo el soldado Baze Malbus (Jiang Wen), dos hombres que los ayudan a enfrentare a las Fuerzas Imperiales; deben escapar de allí.
Este improbable grupo es el que va a hacerse cargo de la misión más importante que se haya intentando hasta el momento: robar los planos de la Estrella de la Muerte. Pero no va a ser nada fácil, ya que para llegar a ellos antes deberán enfrentarse al Director de Seguridad Orson Krennic (Ben Mendelsohn) y a un Lord Sith llamado Darth Vader (James Earl Jones).
Esta es la premisa básica de “Rogue One: Una Historia de Star Wars” (Rogue One, 2016), el primero de los spin-off programados para expandir el universo de la saga cinematográfica cultural más importante de la historia. Aunque, denominar a este filme como “spin-off” es mentir un poco, ya que como se desarrolla entre los Episodios III y IV y continúa esa historia lineal podría ser tranquilamente el “Episodio 3.5”.
Más allá de estos tecnicismos, el director Gareth Edwards, el mismo de “Godzilla” (2014), tiene algunos problemas para llevar a buen puerto esta película. Por empezar tiene una floja presentación de personajes –sobre todo Jyn, la protagonista principal– y al espectador le cuesta crear alguna empatía con ellos, salvo quizás con Chirrut y K-2SO. Además tarda mucho arrancar, tiene una cuestión narrativa muy lenta y cada vez que uno espera que acelere tropieza y tropieza.
Y por otra parte, tiene unos polémicos personajes recreados en CGI que van a dar que hablar, porque se nota que están hechos para “enganchar” al público y que recuerden que están en el universo de “Las Guerras de las Galaxias”. Porque, la verdad, si no estuvieran esos momentos nostálgicos, es un filme más del montón. Tiene sí unas impresionantes batallas, tanto aéreas como terrestres, que tienen el ADN de Star Wars. Hay mucho “homenaje” a las películas anteriores y escenas casi calcadas.
Es por eso que, para quedar bien con el fanático y darle lo que busca, en los últimos 10 minutos el largometraje se convierte en otra cosa, en otro filme, en algo que apela al amor y fanatismo por la franquicia, sin dar muchos más detalles. Eso es maniqueísmo puro.
“Rogue One” no es una mala película, pero tampoco un diamante en bruto. Es correcta, bien filmada, con parches nostálgicos para tapar sus falencias. No debe haber sido mejor porque, tal vez, la Fuerza no estaba con ellos.