Con un tono menos lúdico y un tanto más "adulto" (las comillas responden a la absurda suposición de que lo "adulto" es lo "serio y "solemne"), Rogue One es la historia de Star Wars que esperaban aquellos fans que disfrutaron las primeras originales de George Lucas así como la nueva generación Disney. También, irónicamente, vuelve a un terreno que no fue del mayor agrado de los seguidores de las sagas: el de la precuela, desarrollando el "lo que no te contaron -porque no pareció antes interesante- y ahora sí te vamos a contar". La diferencia fundamental es que aquí, al director Gareth Edwards (de la excelente Monsters y la pésima reciente Godzilla) la historia le sienta bien, y el tono épico de "misión suicida" al estilo Siete Magníficos, felizmente entabla una interesante historia situada en la misma galaxia muy, muy lejana.
Todo parte de una anécdota: si en "Una Nueva Esperanza" ("A new Hope", el Episodio IV, o "la primera original", como guste el lector) se nos dice que "hubieron que sortear muchos obstáculos para conseguir los planos para destruir la estrella de la muerte", aquí... bueno... se nos cuenta cuáles fueron esos obstáculos. Lo que podría ser una historia menor se convierte en una aventura imprescindible con nueva heroína, Jyn Erso (Felciity Jones), un compañero de intenciones dudosas (Diego Luna) y hasta "robot simpático", K2SO (Alan Tudyk). Al equipo de magníficos intergalácticos se suman un ferviente devoto de la fuerza, Chirrut (Donnie Yen) y su fiel compañero Baze (Wen Jiang), así como un renegado ex-piloto del Imperio en búsqueda de redención Bodhi (Riz Ahmed), quienes por distintos motivos deciden ayudar a los rebeldes.
El film de Edwards fluye narrativamente con una estructura clásica y hasta se atreve a llegar a lugares donde otros films de la saga (o de este tipo de franquicias en general) no lo hacen. Es una bienvenida expansión al Universo Lucas que disfrutarán tanto los fanáticos como aquellos que recién se estén iniciando en esta nueva etapa con diferente productora.