Un puente a la nueva esperanza
"Rogue One" mantiene el espíritu temático de Star Wars pero logra abrirse lo suficiente para forjar su propia personalidad, haciendo foco en hacer una buena película y no tanto en el servicio al fan. Calificación
La fiebre de “Star Wars” (“La guerra de las Galaxias”) vuelve, en esta oportunidad con una producción de “universo expandido” (historia relacionada al argumento principal de una saga pero que no forma directamente parte de ella) y que es bienvenida por dos motivos: primeo, calma la ansiedad ante la espera de “Episodio VIII”, que se estrenará en diciembre de 2017; y por el otro, lo cerrado de su trama se limita a los eventos ocurridos justo antes de “Episodio IV: Una nueva esperanza”. Con esto, encuentra fortaleza para narrar sin desviar la atención a un mundo de posibilidades y teorías. Como en cada argumento de “Star Wars”, la protagonista es una humilde y olvidada joven de ascendencia polémica. Jyn (Felicity Jones) es reclutada forzosamente por la Alianza rebelde para buscar a su padre, un científico a cargo de la construcción de la Estrella de la Muerte y que tiene el secreto para destruirla. Cassian (Diego Luna) es el militar a cargo que lucha entre el deber y la intuición, y deberá acompañarla en su búsqueda pero con la intención de matarlo.
El atractivo
Como BB-8 (Episodio 7), y R2D2 y C3PO de la saga original, aquí también hay un droide que pone la cuota humorística: el K-2SO que fue parte del ejército Imperial pero reprogramado para trabajar con la resistencia. El pequeño grupo viajará al planeta en el que se encuentran los planos de la estación espacial para conocer su mejor secreto: la forma de eliminarla. Esta información se encuentra resuelta en “Una nueva esperanza”, en donde se lleva a cabo el plan de destrucción, aunque nunca se supo, hasta hoy la forma en que se consiguieron. “Rogue One” se hace fuerte entonces por ese final anunciado, concentrando su historia en ese objetivo y por eso se da el lujo de contar detalladamente la historia de Jyn, tener mucha acción sobre el final, y no dejar muchos cabos sueltos más que algún guiño de esos que les gustan a sus fans, en sus dos horas de duración.
A cargo de Gareth Edwards, el largometraje mantiene el espíritu temático de guerra intergaláctica pero logra abrirse lo suficiente para forjar su propia personalidad, haciendo foco en hacer una buena película y no tanto en el servicio al fan, y, paradójicamente, logra con esa cualidad toda la atención de sus más fervientes seguidores.