Es difícil que alguien pueda estar a favor de la ola de reboots, remakes, spinoffs o reimaginaciones que en los últimos años ha poblado la pantalla grande, pero siempre hay que tener en cuenta una salvedad. De quedar en manos competentes, el proyecto puede resultar realmente bien. Un desprendimiento centrado en un personaje inventado dentro de una saga con seis películas no auguraba demasiado, pero Creed en manos de Ryan Coogler se convierte en uno de los grandes films del 2015 y de lo mejor de la serie Rocky. En Walt Disney Pictures y Lucasfilm se siguió esa misma lógica de convocar a cineastas talentosos capaces de entregar producciones frescas, que hagan un lavado de cara y que a su vez permitan expandir la galaxia muy, muy lejana de Star Wars. El primer paso en la dirección correcta lo dio J. J. Abrams con The Force Awakens, mientras que después se convocó a Gareth Edwards (Godzilla), Rian Johnson (Looper), la dupla de Chris Miller y Phil Lord (The LEGO Batman Movie) y Colin Trevorrow (Jurassic World) para que hagan lo suyo. Y el primero de esta segunda camada no decepciona con Rogue One: A Star Wars Story, una historia concebida a partir de agujeros en la trama de A New Hope, que los soluciona 40 años después con pura grandeza.