Un digno spinoff de una de las sagas más populares del cine contemporáneo.
Pasaron casi cuatro décadas desde el lanzamiento de la por entonces aquí llamada La guerra de las galaxias, y el carretel del universo creado por George Lucas sigue entregando tela para cortar. Ya sin él como responsable artístico, la saga espacial, de la que Disney se hizo cargo hace unos años, inició con El despertar de la fuerza una tercera etapa que tendrá cinco películas, continuará en diciembre de 2017 con el Episodio VIII y culminará en mayo de 2019 con el estreno del Episodio IX.
El segundo eslabón de la cadena de este periodo es Rogue One: Una historia de Star Wars. Se trata de un spinoff -el segundo vendrá en 2018, entre los Episodios VIII y IX- que se presenta como un exponente relativamente autónomo del núcleo espinal del relato. La acción se inicia con el encarcelamiento de un funcionario del Imperio acusado de traición (Mads Mikkelsen) y el asesinato de su mujer. La hija de ambos, Jyn (Felicity Jones), es salvada por un rebelde (Forest Whitaker), con quien años después encabezará un intento por recortar parte del poder de las fuerzas del Imperio robando los planos de un arma letal.
No hay demasiadas diferencias entre Rogue One y cualquier tanque promedio de Hollywood. Igual que casi todos ellos, el film avanza con una velocidad que, por momentos, hace que el relato trastabille: hay saltos geográficos cada un par de minutos, varios personajes apenas delineados, escenas cortas, parlamentos cargados de información y un buen número de planos generales compuestos enteramente de elementos digitales.
Sin embargo, sobre la última hora, el realizador Gareth Edwards (Godzilla) reduce el ritmo frenético y concede a sus personajes –un grupo de rebeldes descastados- un objetivo claro y concreto que clarifica el relato. Recién entonces Rouge One se convierte en un relato de aventuras clásico, en línea con el espíritu que sobrevoló gran parte de El despertar de la fuerza. Así, y aún con sus falencias, el film muestra que los hechos sucedidos “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...” todavía tienen emociones para entregar.