Tiempos violentos
Rojo, la nueva película nacional dirigida por Benjamín Neishtat, viene de ser premiada en el Festival de San Sebastián por: Mejor Dirección, Mejor Fotografía (Pedro Sotero) y Mejor Actuación (Darío Grandinetti). No es una sorpresa que sea una de las mejores entregas argentinas del año.
Corre el año 1975, en “alguna provincia” de Argentina, antes del inicio de la Dictadura Militar. Claudio (Darío Grandinetti), un reconocido abogado del pueblo al que todos llaman “doctor”, se encuentra en un restaurante y vive una incómoda situación con una persona desconocida para los ciudadanos (Diego Cremonesi). Luego de un enfrentamiento verbal y físico, las cosas se descontrolan.
La época que desea transmitir Naishtat está recreada a la perfección, no solo en la dirección de arte, sino en los diálogos, la psicología de los personajes, la fotografía, el sonido y el montaje. Todo está hecho como si realmente fuese un film de los ‘70, pero con mejor tecnología, claro. Tintes de Hitchcock en el armado de la historia, las situaciones dramáticas y la forma de manejar el suspenso.
La forma de representar la violencia por poder de aquellos años es magnífica. Cómo todo un pueblo se mueve por orden de uno de sus pilares, callando lo que haya que callar. Las libertades que se toman los autoritarios en situación pre-dictadura y la forma de aprovecharse de su posición en la escala social hace que Rojo sea completamente verosímil ante tan oscuro pasado.
El guion contiene el poder de mantener al espectador en la punta del asiento, con conocimientos sublimes del género. Y aunque en la línea narrativa principal sea consiso y literal, en la secundaria se convierte en poesía pura, allí conocemos a Paula (Laura Grandinetti), la hija de Claudio.
Padre e hija Grandinetti, Andrea Frigerio y el detective (Alfredo Castro) están en la cresta de la ola. Fueron potenciadas sus capacidades actorales al máximo y se nota el laburo con la dirección ya que cumplen con sus papeles de la mejor manera posible.