Si hay algo notable en Rojo es que se trata de una magnífica e incómoda descripción de una mentalidad de época. El tiempo del film no solamente impregna el mobiliario, la elección cromática que permea cada fotograma, los objetos propios de una década, sino también los hermosos fundidos encadenados y característicos zooms de una estética que remiten a un cine del tiempo en que se dice situar el relato: 1975.