Aguas que limpian el patio de una casa de la colonia Roma y, al mismo tiempo, espejan aviones en vuelo. El silencio de Cleo cuando en circunstancias distintas se la regaña o es agredida sin motivo alguno. Un ritmo lento que domina la mayor parte de la narración. Una cámara que recorre parsimoniosamente una y otra vez el interior de la casa privilegiando el garage, la escalera central que comunica la planta baja con la superior, los lugares de reunión de sus habitantes, la habitación de las dos criadas de la casa o la otra escalera, aquella tan inquietante, la que Cleo sube, una y otra vez, cada mañana, por la que accede a la azotea donde lava la ropa de toda la casa. Esa misma cámara recorre, mediante planos abiertos, calles y más calles emblemáticas de la ciudad de México por donde circulan automóviles característicos de principios de los setenta: VW Sedán, Valiant, el lujoso Ford Galaxie y también los tranvías que lentos transitan las principales arterias de la ciudad.
¿Quién mira todas esas cosas? ¿Acaso el narrador traslada sus propias vivencias de aquella época a imágenes que en momentos resultan entrañables, en otros desconsoladoras, a veces amenazantes y otras desgarradoras? Si ese fuera el caso, ¿qué recuerda ese omnisciente cronista: la vida de la indígena Cleo en la casa que la emplea, donde es, al mismo tiempo, criada, nana y por momentos mamá de los niños de la familia de clase media? ¿O quizás el propósito fundamental sea un intento por recuperar el México de los setenta a través de la historia de vida de Cleo? ¿Por qué no quizás la historia de vida de ella en el ámbito de la casa en que trabaja y al mismo tiempo en el espacio más amplio de la ciudad de México de esos años? ¿Acaso no es Roma una inmensa colección de postales que retratan esa cultura híbrida, aquella que resulta del encuentro forzado entre la indígena y la del colonizador español?
Por momentos Roma parece ser la expresión de la nostalgia expresada con lentitud y eso quizás obedece a que ese es el tiempo del devenir de la añoranza. Durante más de dos horas nos envuelve la música popular de los setenta: Javier Solís, Rigo Tovar, Leo Dan, Ray Conniff entre tantos que se escuchaban en la época. Y esa nostalgia alcanza a vendedores ambulantes de juguetes infantiles, afiladores, y muchos otros que con sus pregones anuncian su presencia en la colonia.
Algo similar sucede también con el blanco y negro de la película. Parece obedecer a la identidad del recuerdo, al pasado como único protagonista del film. Ese pasado que contiene vida, tristeza, amor, muerte, desamor, alegría, dolor, ternura, violencia. ¿Es posible y legítimo desde el punto de vista cinematográfico ponerle color al travelling con el que el director sigue la travesía de Cleo en los áridos, devastados y encharcados senderos de uno de los asentamientos urbanos más grande de latinoamérica: ¿Ciudad Nexahualcoyotl? ¿Cabría filmar en color a ese grupo de jóvenes que entrenan artes marciales en un descampado de Neza y que más adelante reaparece en la ciudad de México reprimiendo y asesinando estudiantes en el denominado halconazo de 1971?
La evocación que recorre el relato está lejos de entregarse a la fácil dicotomización de los aconteceres. En varios momentos la violencia verbal y la calidez en el trato al otro se suceden sin solución de continuidad. La muerte de alguien entrañable no impide arriesgar la vida para defender la de los otros. La azotea de la casa donde Cleo trabaja es a un tiempo calvario de lavado diario y espacio de juegos y sueños de niños y la propia criada.
Sorprende en principio que la casi totalidad de los actores no sean profesionales y que algunos tengan orígen indígena. Fueron seleccionados mediante un largo proceso de pruebas entre personas sin antecedentes fílmicos. ¿Acaso un recurso heredado del neorrealismo italiano? ¿Se trata de otorgar mayor autenticidad a los protagonistas de la historia así como también al paisaje urbano donde acontece?
La abundancia de escenas con automóviles sugiere que el rol cinematográfico que se les asigna va más allá de completar el paisaje urbano de las evocación o como es obvio el traslado de los protagonistas.
Roma es un película controvertida. El vínculo que tiene con Netflix y la lluvia de nominaciones que recibió la hacen centro de la polémica. La lentitud que por momentos caracteriza su desarrollo agrega otro ingrediente a la discusión. Conviene recordar que la rapidez y el vértigo deben responder a lo que se cuenta y en ningún caso convertirse en un valor cinematográfico autónomo de lo que se narra.
Moraleja: vamos al cine y después sumémonos al debate.